Sintió hambre 

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En la narración de las tentaciones de Jesús, que nos abre las puertas de este camino hacia la Pascua, nos encontramos con la constante del poder en la vida de los seres humanos, también en la vida de Jesús. 

El desencadenante narrativo es el hambre. Como dice el himno: ese resumen de injusticias. El hambre de Jesús es voluntaria, es verdad, pero es el detonador de una visita esperada: la del Tentador. 

Conducido en su vida por el Espíritu el nazareno conoce de primera mano el lenguaje directo y mentiroso, la lógica del «si puedes hazlo». 

El poder desmedido de unas piedras convertidas en alimento, del abuso de Dios en lugar de la compañía del Padre, o la visión deslumbrante de la gloria de todos los reinos desde las alturas. 

Todo ello atraviesa, como dijimos, la vida de Jesús y las nuestras. Es cierto que es el Anti-Reino, lo opuesto a la Buena Noticia. Jesús lo sabe bien, por ello responde con las Palabras que alimentan porque son veraces en su búsqueda de lo que está perdido. Con la ilógica de un Padre omnipotente en la fragilidad del amor que sabe que el pecado no tiene la última palabra de condena lapidatoria. Con la adoración-postración del lavatorio de jofaina y toalla que alimenta con carne y sangre, con su propia intimidad ya totalmente regalada. 

Feliz camino hacia la Pascua esquivando las tentaciones del hambre de poder depredador de uno mismo, los demás y Dios. 

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