jueves, 28 marzo, 2024

SINODALIDAD, MAPA Y RUTA

La vida religiosa se siente animada a repensarse desde la dimensión de la sinodalidad. Ella es mapa y ruta de sus búsquedas en esta hora histórica tan propicia para gestar procesos revitalizadores.

Este término, tan antiguo y tan nuevo, ha despertado un gran interés en la mayoría de las congregaciones. En algunas, se manifesta dando espacio a un inicial proceso de formación, en otras, planteándoselo como eje transversal de sus prácticas institucionales y en algunas más, entra a cuestionar la relación con sus estructuras de gobierno y animación. En el camino a emprender, la sinodalidad deberá formar parte de un “triplé” que invita a reflexionar y convertirnos pastoralmente: dimensión – estructura – praxis. Todo debe ser permeado por ella. Nada puede quedar por fuera.

Gracias al papa Francisco, la sinodalidad emerge con renovada fuerza al retomarla en su programa de reforma. Con la tradición de 50 años a sus espaldas, reaparece para provocar y despertar una gran inquietud en muchos ámbitos eclesiales. Entre los pliegues de su significación, expresa la identidad de la Iglesia como Pueblo de Dios en camino y en peregrinación hacia el Reino, y a la par, no solo subraya la dignidad común de todos los cristianos, sino que afirma la corresponsabilidad en la misión evangelizadora.

No está demás recordarnos que la categoría Pueblo de Dios abraza nuestra identidad y nos hace parte del “llano”, donde lejos de estar montados en estratos de superioridad o “súper vidas importantes” (Eduardo Mea-na), caminamos como pueblo haciendo nuestra la humana condición que nos hermana.

Esta dimesión constitutiva necesita hoy, más que nunca, un ministerio de guía capaz de solicitar un verdadero carácter sinodal, a fin de favorecer un nuevo impulso misionero que nos implique por entero.

Caminar juntas y juntos, hacernos Iglesia en un proceso en el que mediante la escucha mutua fortalezcamos “las sinergias en todos los ámbitos de la misión” (Francisco), es un itinerario de vida. Agradezco a la vida religiosa que se anima a avanzar hacia aguas más profundas, que se cuestiona y que no se contenta con estrategias de un mero sobrevivir (CIVCSVA). Gestionar los procesos de renovación y revitalización con sabiduría y visión de futuro, será nuestro mapa y ruta. ¡Hagamos que suceda!

 

 

 

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