SIN CONTEMPLACIONES

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En la pasión del Señor se pueden discernir varias procesiones que salen del Pretorio con Jesús y lo siguen hasta el lugar del Calvario.
Hay una procesión, más bien vergonzante, que hacen los discípulos de Jesús. No se les ve, porque tienen miedo y se han escondido. Pero están en el recorrido, porque quieren a su Maestro y sufren por él, creían en el Maestro y ahora dudan de él.
Ha salido también la que hacen las mujeres del entorno de Jesús. Tal vez ellas decidían con más cariño que miedo, tal vez ellas tenían menos razones para temer, tal vez… tal vez es que todo lo puede el corazón de una Madre.
A la misma hora salieron, como quien va a su trabajo, los que habían de ejecutar la sentencia: un centurión, unos soldados, gente que la tradición recuerda más dispuesta a la burla que a la piedad.
En aquella mañana, el cortejo más numeroso era el de los curiosos.
Pero el más tenebroso era sin duda el de los vencedores, el de los autosuficientes, el de la crueldad y el sarcasmo.
Todos se habían movido con el Nazareno. Todos habían salido por el Nazareno. Todo era normal alrededor de aquel hombre que iba camino de la muerte: miedos y cariño, esperanzas y dudas, curiosidad, burlas y sarcasmos.
Todo en aquella mañana era viejo como la humanidad, todo era lo de siempre, todo… menos el amor de Jesús, menos la compasión de la víctima, menos el perdón que el crucificado reclama de Dios para quienes lo crucifican.
En la próxima Semana Santa cada uno habrá de escoger el cortejo con el que va a caminar. Para ti, que te dices de Cristo –cristiano-, sólo cabe escoger la novedad de su amor: ¡Sin contemplaciones!