Arranca la Semana Nacional de Vida Religiosa. Estamos en la edición 41 que no es poco. Más de cuatro décadas acompañando la intuición y responsabilidad que la vida consagrada quiere ofrecer a nuestro mundo. Años tras un Concilio todavía vigente y muy necesario en la urgencia por hacer llegar el mensaje de Dios a nuestra era. Años en los que los religiosos, a pesar de un objetivo desgaste, seguimos estando con la mirada en el horizonte abiertos a la esperanza de tiempos nuevos que ya se vislumbran en la Pascua que celebramos.
Toda la Iglesia está en camino hacia un sínodo sobre la nueva Evangelización. La necesaria y urgente para acercar al Resucitado al hombre y la mujer del siglo XXI. En clave de cooperación y comunión se enmarca esta semana número 41. Las ponencias y experiencias que en estos días vamos a compartir son, ante todo, expresión de vida, ganas de compromiso y pasión por la misión. Muy probablemente, la conclusión de las ponencias es que todavía nos queda, gracias a Dios, mucho por hacer… incluso intuiremos que quizá esta era necesite que dejemos de hacer algo de lo que hacemos… Lo que es seguro es que nos descubriremos despiertos, atentos a los signos de vida y los de muerte; responsables al lado de otras vocaciones y, sobre todo, motivados para aprender, empezar e inaugurar la vida religiosa que el Señor quiere para este tiempo.