Se acercó… la levantó

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DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO

La trabajadora de Spanair tenía algo que decir, pero la voz se le rompió, y ya sólo nos hablaron los sollozos. Puede que todavía el día anterior aquella mujer pensase que tenía un buen trabajo y que podía mirar con tranquilidad al futuro. Ahora despertaba turbada en un mundo indiferente a su necesidad, a sus hipotecas, a sus miedos, a su soledad.
Job se había despertado en un mundo de ausencias: estío sin sombra, trabajo sin salario, noches de fatiga, días sin esperanza, levedad de la vida, ojos sin alegría.
Oyes a Job, oyes a la trabajadora, oyes a las víctimas de ayer y de hoy, y se te oprime el corazón, como si fueses parte de una historia huérfana de sentido y de futuro.
Pero otra voz te trae el evangelio, en tu asamblea se anuncian los hechos de Jesús, y el tiempo vuelve a marcar horas de esperanza. Alguien se te acerca, te da la mano, te levanta, y, vencida la soledad, vuelves a estar entre hermanos y a servirlos: vuelves a vivir.
Recuerda cómo el Señor se te acercó, pues entró en tu casa por la encarnación, te tomó de la mano por su gran misericordia, te levantó con su humillación: él bajó contigo al lugar de los muertos, y con él subiste a la gloria de Dios.
Ésa será hoy tu Eucaristía: encuentro con Cristo que entra en tu casa y te resucita, encuentro con el que ha sido ungido y enviado a sanar tu corazón quebrantado, a liberar oprimidos, a proclamar un año de gracia del Señor. Hoy, en la Eucaristía, el creyente, como la suegra de Pedro, se levanta para servir.
Reconoce lo que has recibido y a qué eres llamada: acércate a los pobres, dales la mano, levántalos. Ésa, como lo fue de Cristo, es tu misión. No dejes que las víctimas se queden huérfanas de ti, no dejes que su mundo parezca huérfano de Dios.