Hoy es la fiesta de Antonio María Claret. Un hombre de Dios. En su vida le salieron mal infinidad de proyectos. Bastaba que se propusiese algo para que esa empresa se truncase. Lo grande de su vida y entrega no fue el éxito, sino el empeño y la pasión por la misión. Así fue un hombre de fe que en pleno siglo XIX, un siglo nada fácil (para aquellos que piensan que el XXI es de órdago) se empleó a fondo en abrir caminos. Inspiró varias familias religiosas que, a penas pudo disfrutar y ya, entonces, creyó que los seglares tenían mucho que hacer y decir en la misión de la Iglesia.
Su obsesión, el Reino y el camino, los pobres. En su horizonte siempre los necesitados y la fraternidad. Todo lo que propuso fue creíble porque entregó la vida en ello. Sus palabras eran respaldadas por una vida sincera, honesta y llena de verdad.
Hoy celebramos su fiesta y en el corazón de cada claretiano y claretiana (seglares y religiosos) tienen que estar inscritos a fuego la entrega y la libertad de la misión. Allí donde sea necesaria una palabra de aliento, donde haga falta una mano de ayuda, donde sea necesario mostrar que lo importante de este mundo no son las cosas, sino las personas… Es un lugar privilegiado de misión para nosotros. Por eso a todos los que de alguna manera vibráis, sentís y os dejáis conmover por la Palabra, en este día, muchas felicidades y ¡a seguir!