¡DICHOSO TÚ SI NO PUEDEN PAGARTE! (LC 14,14)
El Evangelio tiene una gran fuerza de contraste. De repente topamos con expresiones que parecen contradecir al sentido común. He aquí una de ellas: ¡Dichoso tú si no pueden pagarte! A cualquier comerciante sensato, esta bienaventuranza le parecería una burla. Incluso nosotros, más acostumbrados a tratar con los textos evangélicos, nos solemos mover en la dinámica siguiente: palabras como retribución, mérito, salario, cobro, cambio, beneficio e interés forman parte natural de nuestro acerbo cultural y religioso; y, en el fondo de nuestro ser, no las contraponemos del todo a estas otras: gracia, gratuidad, generosidad, regalo y don. ¿Estamos acaso mundanizados? ¿Hemos perdido tal vez el sentido del Evangelio? No vayamos tan lejos, cada cosa a su tiempo y en su lugar. Así hemos crecido y, probablemente, nos sentimos cómodos con un orden que, en medio de sus inconvenientes, no deja de arrojar un saldo positivo y nos hace sentir seguros. De hecho, nuestra realidad funciona de este modo; basta echar una ojeada al mundo para comprobar que las relaciones de intercambio son a veces la primera y, en ocasiones, la única manera de establecer un intercambio. Es bueno preguntarse ¿qué quiere decir Jesús con esta expresión que suscita cierta perplejidad? ¿Por qué se expresa así? ¿Por qué aquí y en otros textos insiste tanto en lo gratuito, impagado, lo no retribuido, en el gozo que conlleva una cierta contrariedad? Es bueno planteárselas una y otra vez. Valga esta reflexión como un intento, de acercarnos a estos interrogantes. Procederemos de la siguiente manera: primero nos detendremos a analizar dónde y cómo Jesús pronunció esta bienaventuranza; pasaremos, después, a mirar, el mensaje concreto de este versículo evangélico, intentando descubrir lo qué el Señor quería decir. Concluiremos con tres sencillas sugerencias, que nos ayuden a abrir caminos cotidianos para vivir y transmitir la dicha de la gratuidad, proclamada por el Evangelio.