miércoles, 24 abril, 2024

¿QUÉ «MONJA» QUIERO SER?

DSC_0006(Silvia Rozas, FI en VR (2016-5) vol.121) ¡Claro que quiero ser monja! Aunque me gusta más la palabra religiosa o consagrada por tanto peyorativo que se nos ha pegado en el camino. Pero ¿qué monja quiero ser? ¿Cómo quiero que sea mi vida en esta entrega exclusiva al Padre y a su voluntad? En nuestra Iglesia la diversidad es tan grande y con tanta riqueza que es imposible meterla en un formato televisivo que muestre una parte de la realidad. Han pasado ya varias semanas y se van calmando las emociones que me ha provocado el nuevo reality show de Cuatro “Quiero ser monja”. Primero tuve vergüenza ajena; después, indignación; más tarde, pena, y hoy, el deseo de seguir aprendiendo juntos como Iglesia, en diversidad, para construir comunión.

Este producto exportado de EEUU, “The Sisterhood”, tiene detrás a la productora Warner Bros ITVP, la misma que hace “Adán y Eva”, programa en el que los concursantes están desnudos en todo momento. Nos han dicho que el formato busca el respeto sobre el tema religioso pero no solo está plagado de estereotipos y teatro absurdo sino que se barniza con el objetivo de “dar a conocer la vida religiosa”. El fin de la cadena de televisión está clara, ayer, hoy y siempre: conseguir audiencia, es decir, poder económico. Por otra parte, no dudo de las buenas intenciones de las congregaciones religiosas que se han prestado a esto, de los tiempos de discernimiento y contraste que seguro han tenido para tomar esta decisión. Pero qué difícil es mostrar lo profundo y real de la vida religiosa sin caer en “las formas” y en el infantilismo en este tipo de formación procesual. La persona es proceso y la vida consagrada se vive en proceso interior que ningún medio de comunicación podrá nunca transmitir con veracidad. Gracias a Dios, las cámaras de televisión no pueden grabar mis sentimientos más profundos, el amor de Dios en mi vida y el deseo sincero de entregarle toda mi persona en exclusividad para su proyecto.

Las redes sociales mueven caracteres, unos a favor, otros en contra. Nos debatimos en si estas congregaciones lo han hecho bien, si las religiosas concretas son o no son reales o si las jóvenes son actrices. En muchas de nuestras casas religiosas el programa ya no se ve, por salud; en otras, se ve para reírse; en otras, gusta y lo aplauden. He leído hasta que “es mejor que hablen, aunque lo hagan mal”, máxima totalmente nefasta en el mundo del periodismo. Otros recuerdan que el Papa pidió a los jóvenes que hicieran “lío”. Quizá es momento de ejercitar el sentido común y caer en la cuenta de que no todo vale justificándonos tras esta invitación del Papa. Sí, hagamos lío pero no caigamos en la inocencia absurda de creer que la Cuatro quiere llenar nuestros conventos españoles.

Me parece urgente que centremos el debate en lo que nos puede ayudar. ¿Qué tipo de vida religiosa necesita la sociedad del siglo XXI? ¿Cómo es la formación inicial que tenemos en nuestras congregaciones? A estas dos preguntas está respondiendo el programa “Quiero ser monja”, con un guión prefijado y ordenado, como todos los programas de televisión. Confieso, esto es lo que me preocupa, que las imágenes reducen esta opción de vida a las formas externas: al hábito, al móvil, a la hora de acostarse, a todo lo que no hay que hacer… Estas pequeñitas renuncias se necesitan en determinado momento de nuestra formación pero a mí no me definen como religiosa. Llevar hábito o no llevarlo no me identifica más o menos. Para muchos es un signo de identidad, lo respeto. Pero la raíz es mucho más profunda. Es muy difícil que una cámara recoja los valores de Cristo que queremos encarnar en la fraternidad, por ejemplo. Sin embargo, sí puede caricaturizar supuestas renuncias que se dicen pueden ayudar en nuestros procesos formativos.

Este es un estilo entre los muchos que hay en la Iglesia. Y ni siquiera está mostrado con realidad: la comunidad religiosa está creada para el programa, imágenes infantiles de lo supuestamente prohibido. Muchas de nosotras hemos hecho experiencias en alguna comunidad religiosa. A mí no me cabe en la cabeza tener novio y hacer esta experiencia. ¿Qué respeto estamos teniendo hacia las personas? Tampoco comulgo con algunos perfiles seleccionados pero desde el punto de vista empresarial y periodístico, es normal. Se necesitan personas que den juego en cámara y en ficción: una chica que no iba a misa, otra preocupada por el pelo. Este es un estilo. Lo respeto. Aunque ¿por qué no han hecho un programa sobre “Quiero ser cura”?

En fin, cada uno intenta dar gloria a Dios como puede, como sabe, como quiere. Pero tengo muchos deseos e inquietudes que me invitan a vivir una vida sin tantas formas. Me gustaría mostrar la abnegación de las hermanas que conectando cada día a la fuente de la Vida entregan sus personas en las tareas concretas que les han encomendado, con sus dolores, sus heridas, sus cansancios. ¿Cómo enseñar a las cámaras que nuestro Amor es Cristo, el que murió en una cruz y que somos llamadas a identificarnos con Él? Huyo de todo aquello que es “happy” pero yo también quisiera tener una conversión radical de esas que se cuentan, que al entrar en una capilla la vida cambia. Ojalá me sucediera a mí porque tengo 41 años y cada día me siento más lejos de la conversión. A mí el Señor me lleva a vivir en la incertidumbre, en la inseguridad de ser levadura en la masa, me lleva a entregar sencillamente cada día mi persona y encarnar a Cristo en exclusividad. No llevo hábito, tengo móvil, organizo yo mis horarios… pero eso no me hace ser más o menos monja sino que me hace responsabilizarme y coger la vida en mis manos con adultez para caminar con otros. Lo que sí me cuesta más es no separarme del amor de Dios, me cuesta más dirigir mis afectos a todos y sobre todo a los que más me incomodan. Me cuesta mirar a los ojos a los refugiados, a los sin techo, a los parados, a los ancianos… y sentir impotencia. La fraternidad me sigue cuestionando mi carácter y el de los demás. ¡Qué complicado vivir una sana sexualidad acorde con la opción de vida que estoy escogiendo cada día! Y cómo vivir disponible para ir o para quedarme, para hacer o no hacer según las necesidades de la Iglesia y para que otros estén bien! Estas cosas más profundas son las que me van haciendo más monja y si llevo hábito o no lo llevo será según las circunstancias, tiempos y lugares.

Ahora, si somos honestos en nuestra reflexión… este programa ¿no está mostrando algo de nuestra formación inicial y al verla reflejada nos incomoda a muchas? ¿Cómo son nuestros planes de formación del año 2016? Podemos reírnos de situaciones infantiles que se dan en el programa pero es necesario mirarnos hacia dentro y vernos ahí. Es cierto que las formandas son jóvenes pero yo apuesto por una formación en la que la persona es la primera responsable, en la que se acompaña personalizadamente buscando aquello que a cada uno le ayuda con autenticidad a ir perteneciendo más a Cristo. Podemos poner muchas normas y pedir muchas renuncias pero si no salen del corazón ¿de qué sirven?

Tenemos muchos retos por delante y me gustaría que hiciéramos juntos el presente y el futuro de la vida religiosa. Si con nuestras vidas cristificadas buscamos la voluntad del Padre y nos dejamos llevar por el Espíritu, las vocaciones religiosas brotarán con o sin cámaras de televisión. Porque #asiquierosermonja.

  1. Martínez-Gayol, Nurya, Raíz y viento. La vida consagrada en su peculiaridad, Sal Terrae 2015, 155-167: «La expresión sin forma trata de transmitir la idea de que no hay una forma fija y estable que debamos buscar para reemplazar la antigua; que lo peculiar de nuestra Vida Consagrada pasa hoy para nosotros, en este momento histórico, por ser capaces de resistir -en fe, esperanza y amor…, esto es, sostenidos por la confianza en Dios, en una paciente espera y desviviéndonos en el amor- este no saber, no poder y no poseer la respuesta definitiva ni la forma estática sobre la que dejar reposar y descansar nuestra consagración».
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