Hoy cumple 88 años Pedro Casaldáliga. Una cifra «redonda», casi de vértigo. Su palabra cuidada y profética sigue siendo fresca y fuerte. Sigue curando y provocando. Vida Religiosa, donde en tantas ocasiones hemos contado con su reflexión, se suma al homenaje, recuerdo y gratitud de tantos pobres de nuestra tierra que celebran el aniversario de su profeta. Un regalo que Dios les hizo para ser su grito poético que, por serlo, es valiente y subversivo. A continuación, reproducimos un artículo de Pedro publicado hace 10 años en nuestra revista que conserva toda la frescura de quien mira el mundo con «los ojos de Dios». Vr 100 (2006), 373-374
Con millones de mujeres y de hombres de todas las culturas, en todos los rincones de la tierra, sueño una sociedad Humana, cada vez más humanizada, respondiendo cada vez más a ese don y misión de ser imagen colectiva del Dios de la Vida y del Amor.
Ir pasando de ser apenas una sociedad humanoide y una parcela de sociedad humanista, a ser una Humanidad verdaderamente humana.
El progreso, la ciencia, la técnica, la política han dado y dan su contribución específica a la Humanidad, pero normalmente no ha sido una contribución radicalmente humanizadora. Ha prevalecido el interés, el lucro, el poder. La llamada civilización, pensada tan frecuentemente como la civilización occidental, ha sido con mucha frecuencia dominadora, colonizadora, genocida y ecocida. Las mismas iglesias y las religiones también han contribuido, ambiguamente, a justificar la dominación y el etnocentrismo.
La globalización que estamos viviendo y que, por nueva desgracia, es capitalista-neoliberal, puede ser, debe ser, en una creciente contestación alternativa, la globalización de la solidaridad, el reconocimiento mutuo y en igualdad fraterna de las diferentes alteridades, la otra mundialización, en convivencia ecuménica y macro-ecuménica. Es un don de Dios, un kairós histórico, que por fin la Humanidad tenga que sentirse Una. O se encuentra o choca. El llamado choque de civilizaciones puede ser el encuentro enriquecedor de las varias alteridades humanas.
Esta humanización, para que no sea simplemente retórica, habrá de traducirse en una reforma fundamental de los organismos internacionales de la política, la economía y el comercio. Habrá de ser un denodado desmantelamiento del armamentismo. La superación de los privilegios minoritarios, de personas y de pueblos, y el acceso de todas las personas y de todos los pueblos al alimento, a la salud, a la educación, a la seguridad, a una patria, a una vida digna de este nombre. Una movilización ecológica universal. La renuncia a la xenofobia, a la plutocracia, al consumismo, al actual escándalo de una Humanidad dividida en varios mundos, con dos tercios de la misma en la pobreza y con un despilfarro homicida y genocida auténticamente apocalíptico.
Sigue siendo un sueño. El sueño de la Humanidad humana. El sueño del Dios la Humanidad. El sueño que nos propone Jesús de Nazaret con su vida, con su muerte, con su resurrección: “que la Humanidad tenga vida y vida en plenitud”.