«Cuando el pobre nada tiene y aún comparte…»
«Más que una foto» tiene hoy un nombre y un rostro: Carmen Pérez Yruela, religiosa de la Presentación de la Virgen María de Granada, de 69 años. Ha descubierto una página nueva e imborrable del evangelio: el día a día de los pobres con los que convive. Desde el centro educacional de Montevideo donde está, hace memoria. Fue Superiora General, directora de colegios, consejera de la UISG, presidenta de la URPA… pero sabe que la vida religiosa es, sobre todo, mirar al futuro y sigue aprendiendo. En su hoy nos trae tres historias que son mucho más que una foto.
A ciertas alturas de la vida y en muchos lugares de este mundo, cuando pareciera que ya se ha aprendido todo, se ha vivido todo, y que hay poco nuevo bajo el sol, de pronto una se da cuenta de que se puede sorprender todavía, de que hay mucho que aprender. Esta vez les voy a contar sobre un aprendizaje a través de la vista, y el oído. La visión de la realidad que estremece, deja el alma en vilo y el pensamiento ahí, almacenando lo visto y se pudiera decir que lo contemplado. Y el oído que escucha relatos cargados de realismo, solidaridad, de palabras que hacen que una despierte cualquier fibra adormecida.
Tres ejemplos bastan para hacerse una idea de cómo los pobres viven el evangelio, esos pobres a los que nosotros tratamos de ayudar y de enseñarles muchas cosas y a los que también hablamos de Dios y de su evangelio como buena noticia. Y de pronto me doy cuenta de que ellos van por delante y se convierten en mis maestros que me ayudan y enseñan con pedagogía viviente.
Todo lo que cuento es real, es concreto, hay caras y nombres conocidos, lugares y espacios que se ven y se tocan. Todo es real como la vida misma. Son historias como muchas otras que algunos de ustedes pueden conocer. Pero que en este momento a mí me hace bien compartir y creo que a ustedes también les puede hacer bien que se las comparta.
Mariela
En el mes de septiembre en el patio de nuestra Centro de Educación Integral de Montevideo, situado en un barrio muy pobre, me encuentro con Mariela, mujer conocida porque hace vive con muy pocos recursos, es limpiadora de lo que le va saliendo de vez en cuando. La veo acompañando a una viejita que apenas anda ni se mueve y que tiene las piernas llenas como de llagas. Su aspecto desnutrido y enfermizo me llama la atención, no la había visto antes. Pregunto a Mariela, que la llevaba con mucho mimo buscando una silla donde sentarla. Me dice que es una vecina de enfrente de su casa, que vive sola y que no tiene familia y a la que ella da vueltas de vez en cuando y le lleva comida. Un mal día, poco después de este encuentro en que yo la conocí, a esta mujer mayor, enferma, sola y muy pobre, le entran en su casita unos “chorros” y le roban lo poco que tiene. No le hacen nada, gracias a Dios. Pero la mujer queda a merced de su miedo, su impotencia y su miseria de siempre.
No habían pasado 15 días, me entero de que Mariela se ha llevado a esta vecina de enfrente a su casa, pobre también la casa de Mariela. Dice que ella la puede cuidar definitivamente porque es peligroso que esté sola, aunque no es de su familia, es simplemente vecina. Mariela vive de pequeños trabajos aislados que le van saliendo, como decía antes, o vende en la calle algo de comida que hace en su casa. El esposo la dejó. Y la casa la comparte con otros. En una habitación vive una mamá soltera con una hija adolescente a las que ella recogió también porque no tenían donde refugiarse. Esta mamá soltera es limpiadora. En otra habitación vive un hijo con la mujer y un bebé; y en otra, otro hijo drogadicto que casi nunca va por casa pero que de vez en cuando se deja caer por allá, sobre todo cuando necesita dinero. Luego hay una cocina y un baño que se comparte entre todos. Y un dinero que se pone en común por parte de la mamá soltera y de Mariela porque los demás no tienen nada para aportar.
Mariela piensa que como el esposo, o la pareja, se ha ido, en la casa hay un poco más de espacio y que la vecina viejita de enfrente, a la que ella ayuda desde hace tiempo, se puede venir a su casa y estará mejor atendida y ya no pasará miedo. La cuida, la asea, le da de comer. Una más en casa y mayor y enferma.(Seguir leyendo en Vr, Enero 2014)