Mientras esperábamos el tren y hasta la estación en la que él ha hecho transbordo hemos estado hablando y, casi cuando se iba a ir, me ha preguntado donde vivía. Ahí es donde le he dicho que era religiosa y, de la mano de su cara de asombro, ha ido la frase lapidaria: “pues no se te nota… eres muy agradable”. Llama la atención que el motivo por el que, según él, paso desapercibida no son ni los vaqueros, ni los pendientes… es por ser agradable.
No hay duda de que detrás de la expresión hay muchos prejuicios, pero me gusta pensar que ser agradable es un bonito modo de anunciar la buena noticia de Jesús y de visibilizar nuestra vocación en la Iglesia… aunque más de uno se dé una sorpresa. ¿Y si “solo por hoy” nos decidimos a ser más agradables?