Pregón Pascual… para después de Bruselas e Idomeni

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“Si con el leño verde hacen esto, con el seco, ¿qué irá a pasar?” (Lc.23,31)

¿Es posible que amanezca en esta noche cerrada? ¿Cómo puede tanto llanto apagar tantas miserias? ¿Es posible que amanezca cuando enferma la esperanza? ¿Cómo puede callar la tierra tanto grito sin respuesta? ¿Cómo seguir preguntando si la noche no se apaga? ¿Cómo seguir oteando, a lo lejos, las montañas? ¿Es posible que esta noche pueda ser radiante? ¿Cómo acallar tanta sangre, tanta rabia, tanta trampa? ¿Quién encenderá los faroles en esta noche de marzo? ¿Quién lamerá las heridas de una mañana de martes? De un martes  tempranero en  que sonaron las alarmas prolongando las tinieblas de una noche envenenada. ¿Quién devolverá las ansias de vivir en el sosiego, de esperar las mañanas preñadas de bonanza, más claras que las estrellas y más limpias que las caras de los niños inocentes que aprenden en sus escuelas?¿Quién volverá a decirnos que la vida está en camino, que aún pervive la esperanza, que las manos están abiertas y las sonrisas prontas, para afrontar las jornadas que amanecen cada día, cuando llega la alborada? ¿Quién será el mensajero que nos dé la buena nueva de creer en la concordia, de ampliar sin miedo las miradas, sin temor a la barbarie, de acertar a escribir la historia, finalmente, después de tanto, con trazos fuertes de confianza? ¿Quién será el centinela que cada noche nos cante la nana de la segura madrugada, desde las altas murallas de las almenas, desde las viejas plazas que albergan nuestras casas? ¿Cuándo callarán las bombas en los metros y en los trenes, en las torres y en las calles, donde paseamos la vida estrenada en la mañana, cuando fenece la noche y ya avistamos el alba? ¿Quién nos dirá cómo creer por la noche, cada noche, esta noche… que mañana habrá mañana, que la luna descansará cansada de vivir siempre de noche, que las estrellas abrirán paso a la luz nunca abortada? ¿Cómo esperar ya, en la noche de las noches, en la noche de la esperanza, en la noche de esta pascua, que  un grito inocente desde un leño verde tendrá respuesta al tercer día, en la gran madrugada ¿Cómo creer en esta noche que pronto será mañana, que la sangre de Bruselas y el fango de Idomeni se secarán para siempre con el ungüento del alba y la luz de un sol radiante responderá las palabras? Las palabras escuchadas en el silencio del Padre, las preguntas sin respuesta de los cristos aplastados en los mares que bordean caminos y encrucijadas, de razas, pueblos y brazos izados hacia los cielos. Las preguntas sin respuesta, las preguntas sin palabras, los llantos demorados, las sonrisas congeladas, las gargantas siempre secas en el frío de la noche eternizada: la noche empecatada, la noche encapotada. El grito solemne del Hombre desde la Cruz levantada en la periferia del mundo, en las afueras humanas de la opresión y del odio, la corrupción y la muerte, la soledad y la ausencia de tantos dioses del mundo. ¿Cómo creer esta noche de otro sábado santo que el fuego pascual no morirá para siempre, que será Luz y será  Vida en el corazón de la gente? ¿Cómo creer esta noche, que mañana será mañana?¿Cómo mantener encendido el cirio nuevo de cera virgen, que preside nuestra casa y alumbra nuestros rostros? ¿Cómo creer que el agua, bendita entre todas las aguas, saltará como un manantial desde la pila…. ¡al alba!? ¿Cómo aumentar nuestra fe en esta Noche Santa para seguir creyendo desde un mundo fragmentado, un mundo que dejó de ser hogar para ser tribu de migrantes, empujados, almacenados, concentrados, desolados?

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Pero esta es la Noche del grito de Dios, de la respuesta respetuosa del Dios de Jesús. Esta es la noche para creer, a pesar de todo, o gracias a todo… ¡que la mañana será mañana! Esta es la noche que, casi sin darnos cuenta, se irá abriendo a la alborada para renovar nuestra esperanza, tantas veces zarandeada, tantas veces preterida, tantas veces asfixiada. Esta es la Noche de Dios porque es nuestra noche, la noche luminosa preñada de risas, de besos y de abrazos. Esta es la Noche de las noches porque es la Noche del Dios que habla en la Pascua, que responde al grito enloquecido de todas las cruces que hemos plantado. Esta es la Noche de la misericordia porque es la Noche Santa, la Noche primera entre todas las noches, la Noche que se hace día cada mañana, la noche que ilumina las calles bruselenses y las fronteras macedonias blindadas. Sin esta Noche todo sería noche. Sin esta Noche siempre sería noche. Sin esta Noche, mañana nunca será mañana. Sin esta Luz tenue, silenciosa, vacilante, del Cirio encendido, vagaríamos sin rumbo ni sentido por las noches brumosas de todos los días, por los días oscuros de todas las noches.

Oh Luz de Cristo; oh Luz de Dios; oh Luz de la Humanidad! ¡Oh Luz que reverdeces el tronco seco de Jesé y  el tronco verde mancillado. Y los haces ricos en brotes, flor y fruto! ¡Oh Luz de Cristo que te abres paso y rasgas los velos de todos los templos! ¡Oh Luz de Cristo que desciendes a los infiernos de los corazones de piedra para ablandarlos con la ternura de la luz de la misericordia! ¡Oh Luz de Cristo que nos permites peregrinar sin perder la esperanza! ¡Oh Luz de Cristo que reavivas el  pábilo mortecino de nuestra existencia! ¡Oh Luz de Cristo que levantas nuestros brazos cansados para darte gracias! ¡Oh Luz de Cristo que disipas las tinieblas, que acompañas al refugiado, que vendas las heridas de las víctimas, que rescatas a los náufragos de los mares, que mantienes la mirada limpia de nuestros niños, que engendras el amor en nuestros jóvenes, que untas con bálsamo de compañía la soledad de nuestros viejos, que tiendes la mano a quien está triste, que bendices nuestras huellas agotadas de caminar el camino!

¡Oh Luz gozosa, oh Luz de plenitud! ¡Oh Luz de Cristo!

 

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