Para que haya Pascua:

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El misterio que celebramos es hermoso en su sencillez: hombres y mujeres de fe se han reunido para confesar agradecidos lo que el Señor ha hecho con ellos; vienen a presentar la cestilla de bendiciones que del Señor han recibido en Cristo Jesús, a postrarse en presencia del Señor su Dios, a invocar su nombre santo, y a fortalecer la esperanza que cada día amenazan con destruir estos tiempos de indecibles sufrimientos para los pobres.

Esos hombres y mujeres habrán de oír en su asamblea dominical palabras de revelación verdaderas y escandalosas: “Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti.»”

Es vedad que habitamos “al amparo del Altísimo”, que vivimos “a la sombra del Omnipotente”, que todos podemos decir al Señor: «Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti». Pero en la quietud festiva de nuestra celebración no podemos olvidar a tantos hombres y mujeres que pueden decir igualmente con verdad: habitamos al amparo de la clandestinidad, vivimos a la sombra de nuestros miedos, de nuestra indigencia, sin más refugio que un bosque, sin más alcázar que un plástico, en una huida interminable de enfermedades, hambre, frío y legalidades inicuas.

Es verdad que “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Pero es escandaloso que muchos hijos de Dios no tengan el pan necesario para vivir.

Es verdad que “el Señor te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás”. Pero sería escandaloso si olvidásemos que los pobres son presencia viva de Cristo entre nosotros, y que la palabra de la promesa divina se cumplirá para ellos si nosotros los cubrimos con nuestras plumas, si los acogemos bajo nuestras alas.

No desmientas, hermano mío, hermana mía, lo que dice tu Señor: “Me invocará y lo escucharé; lo defenderé, lo glorificaré, lo saciaré de largos días”. Dilo tú con él, díselo a los hambrientos de pan y de justicia, díselo en nombre de tu Señor: Os escucharé, os defenderé, os glorificaré, os saciaré.

Y verás que para ti y para ellos ha empezado de verdad el camino que lleva a la Pascua, a la vida con Cristo resucitado.

Feliz domingo, queridos.

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