Liderazgo, desequilibrio, Siria y otros… (Editorial)
Para buena parte de los lectores de Vr estamos iniciando el curso. La resaca de actividades de verano, muchas de ellas importantes, va dejando paso a un calendario repleto. Nacen convocatorias especiales e iniciativas. Nueva dosis de voluntarismo y creatividad.
Hace meses tuve oportunidad de leer un estudio sobre uno de los componentes del liderazgo para este tiempo. Se pedía, expresamente, la capacidad de sembrar el desequilibrio, para que brotase, a su vez, la creatividad y las respuestas no previstas. Decía que un liderazgo de este tiempo en el que las sociedades recuperen la vida y las ganas de vivir, debía activar valores emergentes, osados y nuevos. Un liderazgo que en esta era quiera motivar no puede proponerse que las cosas sigan como están, para hacer lo mismo y cuidar que la apariencia siga siendo similar… Creo que los capítulos generales de este verano, en buena medida, son testimonio de este estilo de liderazgo. Han sido capítulos para el desequilibrio, para la fuerza y la mirada no tanto en lo acostumbrado, sino en lo que podría ser.
El Papa Francisco -me dice alguien muy cercano que cansado de ciertas adhesiones en formas, sin cambio en el fondo- es un signo claro de liderazgo para el necesario desequilibrio. Está desequilibrando posturas y convenciones. Está rompiendo tradiciones, curiosamente desde la más pura tradición. Ha entrado en el diálogo con la realidad no tanto para cambiarla, sino para ofrecer y escuchar que son los únicos caminos posibles del cambio. Ha dejado de señalar el error, para subrayar la posibilidad, ha desequilibrado la balanza del bien y el mal, que no son «metales en estado puro», para quedarse con la persona en la perspectiva de este tiempo, que no es el de ayer. Se ha preguntado, que es el mejor modo de poder preguntar a otros, en qué consiste la fraternidad y la ruptura de la misma con la murmuración y el afán de poder; también sobre la complementariedad de carismas y ministerios, acogiendo a los distintos que no enfrentados. Se ha preguntado por la espiri-tualidad, proponiendo la oración como integración de una humanidad herida; y la formación, como apertura al nuevo momento de Dios en el mundo y por la interculturalidad, asumiendo, en primera persona, las diferentes formas de expresar la fe. Francisco, es verdad, ha cambiado la magnitud de los textos por la claridad de los gestos. Y esto es un signo de liderazgo que desequilibra a los «paralizados en otro tiempo».
Uno de esos signos es la propuesta de orar los conflictos mundiales. No se trata de convocar a la oración sólo a los iniciados, es una petición para toda la humanidad. Siria no es más que un ejemplo. Terrible, lacerante y lleno de aristas. Un conflicto ante el que los satisfechos encuentran tranquilidad en la sola interpretación, y el Papa ha conseguido «meter en el bolsillo» a toda la vida religiosa, buena parte del laicado y muchos pastores; hermanos y hermanas de otras confesiones y muchos que, denominamos alejados, pero que, en realidad, están ocupados en la armonía de lo creado. Se ha conseguido introducir en el liderazgo para la paz, la palabra oración…
Nuestra portada es un niño sirio, está en el viejo pupitre de su colegio marista de Alepo. Está haciendo el mural de sus sueños. Mientras, oye bombardeos y, en una lejana emisora, los acuerdos egoístas de quienes vendieron las armas que ahora dicen que quieren la paz, cueste lo que cueste. Este niño a penas sabe que el Papa se llama Francisco y que en su colegio están unos religiosos que piensan poco en ellos mismos, porque su tiempo es para educar en la paz de Dios. Sin mucho análisis, este niño ha descubierto la misión.
Solo cuando la vida religiosa abraza la misión del desequilibrio, cuando se olvida de sí misma y deja de pensar qué le va a pasar mañana a sus estructuras, recupera la libertad profética para hacerse necesaria y hasta imprescindible. Una vez más, la cuestión no es de pervivencia, es de sentido.
Índice
Hasta la cocina, Daniel Izuzquiza
Mirada con lupa: Entrevista a Alejandro Moral, Prior General de los Agustinos: «La compasión es lo único que nos hace creíbles», Luis A. Gonzalo
La gracia de la formación permanente, Amedeo Cencini
Jornada Mundial de la Juventud y vida religiosa: Testimonios y enseñanzas, Ronaldo Mazula
La vida de los religiosos clama en América latina, José María Arnaiz
Siempre es tiempo, Gema Juan
Retiro: La fe: el camino de la mirada. «Haznos en la fe luminosos», Esperanza G. Paredes
En todo amar y servir, Pedro Barreto
La espiral de la Alianza: primera etapa del camino espiritual, José Cristo Rey García
Inseguros y esperanzados, Aquilino Bocos
Para siempre, María Guadalupe Rico
El mes en titulares
Regalarnos una tarde, Mariola López
Lectura recomendada, Francisco J. Caballero