Ahora a izar velas
Decíamos el mes pasado que el viento sopla a favor. Se confirma. Hay signos más que evidentes de que así es. Es importante constatar que ese viento suave y constante sopla con fuerza y a favor. No hay, por tanto, otro ejercicio de desgaste que no deba ser utilizado en algo que no sea la misión encomendada y la comunión eclesial que debe impregnar la vida consagrada.
Pero no basta el viento a favor. Hay que trabajar las sinergias, no ser obstáculo para que el viento provoque el movimiento necesario. Por tanto, es tiempo de izar las velas, bien levantadas para que puedan recibir el impulso de vida del Espíritu. Pudiera ocurrir que una buena parte de la vida consagrada se haya acostumbrado a estar en puerto en espera de tiempos serenos: bien plegados los remos, encadenados y anclados, para que no se den movimientos innecesarios. Es también posible que nuestros «barcos de misión» estén bien protegidos con lonas, que tras el paso del tiempo, se hayan confundido con el mismo barco. Algunas barcas útiles en otro tiempo sólo sirven hoy como barcazas del recuerdo; la gente las visita un día de descanso, sabiendo que nunca viajarían, ni vivirían en ellas porque no son estables ni ágiles.
Pero ha amanecido el buen tiempo. Hay que tomar conciencia de la tripulación real que tenemos y ponerse manos a la obra para surcar mares nuevos, nuevos trayectos, nuevas rutas para disfrutar de lo dado, para lograr la pesca oportuna, o para descubrir parajes que desde el puerto no se ven.
Nuestros orígenes nos vinculan a los pescadores. Con ellos formó la primera comunidad Jesús. Las zonas costeras saben bien como las barcas necesitan cuidados y mejoras. No depende el velero solo del viento, sino que guiados por ese viento, hay que manejar con destreza para coger velocidad, para navegar con sentido o para llegar al destino.
Izar las velas para la vida consagrada es una ruptura. Es ponerle nombre al pacto implícito con la mediocridad que nos lleva a pensar que nada puede cambiar. Izar las velas es forzar, como hace el Espíritu las cosas, y urgir la gran reestructuración eclesial. No se trata de qué vale o qué no, sino de qué urgencias tiene el Espíritu para hacerse comprensible en nuestros contextos. Cada vez es más evidente que no son tiempos de guardar la casa para tenerla segura, más bien son tiempos de preguntarse qué casa, qué misión, qué presencia. Son tiempos para discernir como es la «casa del viento» del Espíritu. Cómo expresarla y cómo hacerla posible para nuestra era.
Hay un buen grupo de religiosos y religiosas que están gastando sus días paseando por el puerto. A veces se afanan remendando redes comidas por los años, por sí algún día vuelven a servir; mientras, otros toman el sol y marean recuerdos. Algunos se reúnen al atardecer y en largas tertulias sueñan lo que pueden hacer si un día se deciden a salir al mar. Va habiendo demasiados paseantes solitarios, preocupados de llenar su tiempo y cumplir sus horarios. Echan un vistazo desde lejos a sus barcas y quedan satisfechos al descubrirlas ancladas en sitio de siempre. Otros miran al horizonte pero siempre ven las tormentas y peligros y aconsejan precaución. Parece que hay unos pocos que aunque no tienen las mejores barcas, ni conocen bien el mar, están dispuestos a salir. Son un grupo pequeño, los hay de todas las edades. Conocen el amor, el mar y el viento.
Probablemente ese amor es el que los motiva para aligerar la embarcación y arriesgar la seguridad del puerto con el afán de llegar a zonas que hoy parecen imposibles. Estos están ya subidos, preparados para zarpar. Miran hacia el puerto con paz y reciben a su vez, miradas de escepticismo desde los paseos estables de la orilla.Están izando las velas, saben que aprovechar el tiempo del Espíritu requiere urgencia. Un kairos que no se puede pasar… Es el tiempo en el que Asís renueva su Iglesia. Superados los primeros círculos de admiración, hay que pasar a la acción, al compromiso y a las decisiones arriesgadas… Sino, estaremos, una vez más, diciendo que llega el tiempo, pero seguiremos pensando sin salir a la mar…
ÍNDICE
– Hasta la cocina, Daniel Izuzquiza
– Mirada con lupa: Entrevista a José R. Carballo: «En la vida religiosa hay mucha vida, aunque a veces haga más ruido la muerte», Luis A. Gonzalo
– 42 semana de vida consagrada. La búsqueda de Dios, Bonifacio Fernández
– La gracia de la formación permanente, Amedeo Cencini
– Papa Francisco un hombre de Dios para estos tiempos, Vicente Bokalic
– Siempre es tiempo, Gema Juan
– Retiro: «Os he engendrado en Cristo» Evangelización de engendramiento, Esperanza G. Paredes
– Pentecostés: custodia de Dios al mundo, que suscita guardianes, Pilar Avellaneda
– En todo amar y servir, Pedro Barreto
– Un Dios prohibido, Juan Carlos Sánchez
– Teología de la vida consagrada “hoy” ¿Cuál es el problema?, José Cristo Rey García
– Regalarnos una tarde, Mariola López
– Lectura recomendada, Francisco J. Caballero