martes, 19 marzo, 2024

NUEVO MONOGRÁFICO DE VR: MI VIDA, HISTORIA DE SALVACIÓN (I)

(Bonifacio Fernández, cmf y Consuelo Junquera). Nuestras vidas son una historia en la cual van aconteciendo hechos, relaciones, encuentros y despedidas; no se trata de acontecimientos aislados; se inscriben en una trama de significados. Nuestras vidas son como una red en la cual se engarzan los hechos, las vivencias, las interpretaciones. Es preciso prestar atención a los significados que hemos dado a los acontecimientos. Con el paso del tiempo tenemos la oportunidad de releer y descubrir otros nuevos significados.

La lectura creyente es el ejercicio consciente de vivir y leer nuestra historia como Jesús vivió y leyó la suya y nos enseñó a continuar la lectura creyente de nuestra vida. Mirarla como la miró el Hijo amado del Abbá, el Jesús enviado a cumplir la misión de anunciar la llegada del Reino de Dios.

Es necesaria una lectura constante de la propia historia en clave de fe; no basta con una lectura ocasional. En la medida que tomamos conciencia de ella, la oramos y la narramos, vamos ordenando lo que ha podido ser caótico; lo vamos poniendo en su lugar; conseguimos situarlo en la secuencia argumental de la trama de nuestra vida. Narrar implica abrir e iluminar lo que nos parece hermético, incomprensible, incluso contradictorio. Incluye descubrir lo que Dios revela, desvela y vela en los distintos ámbitos de nuestra existencia:

En las personas que nos rodean y nos preceden.

En los acontecimientos de nuestra historia.

En las frustraciones de la vida personal, fraterna, eclesial.

En las dudas e incertidumbres de la vida.

En las fortalezas y en las fragilidades.

Dios ha querido comunicarse con el ser humano a través de toda la historia y a través de su propia historia. Interviene en ella, siguiendo un plan, un proyecto. La vida de cada persona es el tiempo de la salvación, es su real historia de salvación.

En este monográfico de VR ofrecemos una ayuda para una lectura creyente de ella. La clave de esta lectura es la historia de salvación. Podemos descubrir cómo Dios ha entrado en nuestra vida, nos ha guiado siempre, lo sigue haciendo, no nos abandona. Nuestra micro-historia se ilumina desde las historias-madre que nos cuenta la Escritura.

Israel fue el escenario de las acciones amorosas del Dios de la salvación. Conocer la historia de este pueblo es conocer la nuestra. Nos ayudan los textos en los que Israel hace memoria de su pasado y lo cuenta en clave de historia de Dios con su pueblo: Contar las maravillas de Dios, alabarlo por las grandes hazañas a favor de su pueblo, descubrir el hilo conductor de la misericordia de Dios a través de la vida del pueblo es una de las grandes aportaciones de Israel.

Habitar el tiempo

Nuestra cultura actual da más importancia al tiempo que al espacio. Nuestra forma de habitar el tiempo es significativa para el sentido de nuestra vida. Por eso en la formación de las personas es prioritario establecer procesos y no solo controlar los espacios. El papa Francisco insiste en esta idea (EG 225-226; AL 261; Laudato si´, 178).

Hemos pasado de habitar el tiempo en las sociedades tradicionales en las cuales prácticamente el tiempo es cíclico, a la época posmoderna, en la cual el tiempo se concentra en el presente y se define por la libertad del individuo. Hemos pasado de los grandes relatos, a los pequeños relatos de la vida personal. Las grandes visiones y las grandes causas de la historia no tienen especial interés; se reducen a la historia individual y se define por la intensidad de las vivencias del presente. Nuestra historia de hoy es la base para lo que acontezca mañana. Y tener la vida entre las manos es saber dar razón de ella, de lo que acontece en ella, saber relacionar unos hechos con otros, ver que nuestra vida tiene un hilo conductor que la recorre. Pero también esta realidad histórica es lugar de presencia y de actuación de Dios.

En tiempo de transición, de relaciones líquidas, la identidad personal y la continuidad existencial se hacen más difíciles, por eso es apropiado hacer una lectura y relectura de nuestra propia historia. Su narración va personalizando y unificando la identidad personal.

Para hacer

El texto que tienes en la mano no es propiamente un texto de estudio académico sobre la historia de salvación. Describe un proceso de formación personal y espiritual. Su originalidad reside en la integración de la dimensión psicológica y la teológica. Ofrecemos un texto que da que hacer, da que vivir. El proceso que encuentras descrito aquí se ha experimentado durante más de veinte años en cursos presenciales.

Trata de ayudar a saborear la densidad teológica de la vida cotidiana.

Este monográfico no aborda una lectura creyente de la realidad pastoral o de la realidad social. Nos enfocamos en la historia personal; es cierto que esta historia no se puede desvincular del todo de la historia social, cultural y eclesial. No nos fijamos en los acontecimientos del pueblo como sujeto social. Concretamente el presente monográfico se centra en la visión de la propia biografía y en la contemplación del pasado personal con ojos de esperanza. Ayuda a tomar conciencia de cómo he llegado a ser la persona que soy en el presente recorriendo los misterios gozosos y dolorosos de la propia vida.

Creemos que Dios sigue haciendo maravillas con nosotros como lo hizo con sus profetas, testigos, con sus sabios y sus sacerdotes y escribas… Jesús sigue curando, guiando, dando sentido a la vida, manteniendo viva su memoria por la fuerza del Espíritu.

Destinatarios

Este programa de encuentro con la propia realidad histórica va dirigido a todas las personas, de cualquier edad, condición eclesial y situación cultural. Se trata de seguir un proceso de encuentro consigo mismo, con la propia realidad.

En algunas coyunturas de la vida es especialmente adecuado. La historia personal y biográfica va indicando las distintas etapas de la vida.

La vertiente social la pone especialmente de relieve según criterios objetivables: comienzo de los estudios superiores, fin de la universidad, profesión religiosa, matrimonio, un cambio de destino, 25 aniversario, jubilación…

Los cambios de etapa dentro del proyecto vital llevan consigo oportunidades especiales para tomar conciencia; son auténticas oportunidades. Detrás de la articulación del tiempo cronológico está el tiempo kairológico. Es tiempo de oportunidades.

Objetivos del proceso          

  1. Prestar atención a los acontecimientos vividos, comenzando desde el presente que cada uno está viviendo. A la base está la convicción de que la vida humana tiene un sentido impreso en la misma existencia. Tenemos la dicha de poder descubrirlo; no es sabio inventar un sentido imaginario.
  2. Leer los acontecimientos biográficos dentro de la trama de la historia personal y comunitaria o de pareja teniendo en cuenta las etapas y situaciones vividas y atendiendo tanto a los éxitos como los fracasos, a las alegrías y las heridas, a las decisiones y las omisiones. De esta forma nos entendemos mejor a nosotros mismos en lo que hemos sido, somos y queremos llegar a ser.
  3. Tomar conciencia de la presencia y acción de Dios en los acontecimientos de la vida cotidiana, siguiendo los modelos bíblicos de la revelación cristiana: el pueblo, los líderes, los profetas, los sabios.
  4. Hacerse cargo y agradecer los acontecimientos más significativos de la propia historia, de las heridas y los gozos, de los deseos y los logros, a la luz de la vida, pasión y muerte de Jesucristo.
  5. Unificar la existencia de un proyecto de vida que da identidad a lo largo de las distintas etapas, los cambios de mentalidad, los acontecimientos de la vida.
  6. Consolidar la identidad personal mediante la toma de conciencia de la continuidad y de la novedad, pasando de una identidad pensada a una identidad personalizada y plenificada.

Personalizar los objetivos

Tomo conciencia de las expectativas y temores que tengo al comenzar este proceso:

¿Cómo estoy al comenzar este itinerario?

¿Cuál es mi actitud?

¿Qué espero lograr al seguirlo?

¿Qué miedos tengo al comenzar?

 Metodología y pedagogía

  1. Se trata de leer el propio itinerario biográfico, que es psicológico y espiritual al mismo tiempo. Por eso, el texto va provisto de explicaciones de índole psicológica y teológica. No se presentan como una clase para aprender; se presentan como un instrumento para ver con más claridad la propia vida y para descubrir cómo Dios está actuando en ella.
  2. El libro de texto es la propia historia personal con sus influjos familiares, culturales, ocasionales, relacionales. El proceso de lectura se puede hacer desde las distintas edades o etapas de la vida. Dios sigue escribiendo a través de nuestra historia personal. San Pablo nos recuerda: «Vosotros sois nuestra carta, escrita en vuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres. Evidentemente sois una carta de Cristo, redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón» (2Cor 3,2-3).
  3. El tiempo principal, para esta peregrinación, es el dedicado al trabajo y análisis personal y por escrito respondiendo a los diferentes instrumentos que se van proponiendo.
  4. Es importante contar con un lugar apropiado y un tiempo adecuado para dejarse sentir, sobre todo, ante las preguntas que nos dan más juego, profundizando, pensando, meditando, orando, personalizando las respuestas. No hay respuestas verdaderas o falsas… lo que importa es que ayuden a tomar conciencia de la propia experiencia.
  5. Las respuestas a los ejercicios que se proponen no se hacen desde la cabeza, ideas, desde la lógica racional (decirnos lo que ya sabemos), sino desde los sentimientos, desde la experiencia sentida. Esto es en sí una terapia. Se hacen síntesis vitales. Y al mismo tiempo es un ejercicio espiritual si se contesta en clima de oración. Cada vez que narramos un episodio, un hecho vivido, estamos construyendo nuestra historia. La hacemos consciente.
  6. Al escribir se es más concreto y se captan mejor los detalles. Y al conectar unos acontecimientos con los otros, se pueden ver con mayor facilidad las constantes que señalan algo importante de las vivencias. Un folio escrito es un espejo que nos refleja. De ahí la importancia de prestar atención a los detalles narrados y colocar éstos en el cuadro global de la vida. No contentarse con miradas panorámicas. No tener prisa. No tratar de comprenderlo todo enseguida. Por lo tanto, al escribir se puede ver mejor el propio proyecto vital, el sentido dado a las diferentes etapas del propio camino existencial, se puede despertar mayor responsabilidad de la propia vida.
  7. Un elemento fundamental de la metodología son los ejercicios de oración y lectura de la Escritura. Ello suscita la capacidad de asombro ante las maravillas de Dios en la propia historia y en la realidad que nos rodea; acrecienta la capacidad de gozo y de celebración por el encuentro; potencia capacidad de escucha de la llamada de Dios en los más hondos latidos de la vida humana.
  8. Finalmente ofrecemos algunas propuestas de ejercicios de escucha, de interiorización y visualización a través del texto o remitiendo a fuentes fácilmente accesibles en internet.

Actitudes para recorrer este itinerario psicológico-espiritual

Luchar contra la dificultad

Una experiencia universal es la dificultad que todos tenemos para poner ante nuestros ojos toda nuestra verdad, nuestra historia. Nos desconciertan y nos humillan nuestras acciones y reacciones, nuestras motivaciones. También tenemos miedo de no saber entrar dentro de nosotros. Ignoramos que el inconsciente va soltando solamente aquello que tenemos capacidad de asumir. Y solo cuando en un momento privilegiado sentimos que alguien nos acepta y nos ama como realmente somos, nos abrimos a la realidad de nuestro ser más auténtico.

A través de los ojos de Dios

Dios nos conoce hasta el fondo y nos ama en esa realidad. Es imprescindible conectar con el conocimiento que Dios tiene de nosotros y darnos cuenta de que, así como estamos, somos una obra suya. Para que nuestra historia se convierta en una referencia pacificadora, en la posibilidad de recorrer la propia historia con serenidad y con agradecimiento gozoso. Se ha de cambiar la mirada y mirar la propia historia con la mirada y con el corazón de Dios. Ponerse ante Él, con la actitud humilde de aquel ciego de Jericó que le gritaba a Jesús, Mt 10,46-52 y a quien Él le devolvió la vista. Y suplicarle que dé luz a nuestros ojos para recorrer el camino.

Inspiración del Espíritu

Abrirse al Espíritu y a la experiencia interna para recorrerlo todo con Él. Verlo y asumirlo como es, sin defensas y atendiendo a las posibles llamadas que están indicando vivir de otra manera.

Ser receptivos

Acoger la obra de Dios que se realiza dentro. Tendemos a sentirnos protagonistas: «Yo logro, yo hago… Tengo que hacer, tengo que conseguir…», pero todo es gracia suya y Él es el artífice. Si el Señor no construye la casa… «Él lo da a sus amigos mientras duermen» (Sal 127). Su gracia se abaja, penetra en mi naturaleza y me hace sentir una sed de infinito.

Fe en nosotros mismos

Tener también fe en nosotros, en nuestra capacidad de colaborar con la gracia. Disponibilidad interna para que se realice el milagro.

Obstáculos que impiden entrar en la experiencia

– Escepticismo o pereza vital: Creer que ya lo sé todo, que ya no tengo nada que aprender de mí. Ya me conozco. No tengo experiencias apasionantes. Mi vida es muy normal. Ya estoy cansado de verme y mirarme.

– Ser un espectador que emprende esta tarea por curiosidad o por recomendación, pero no se está dispuesto a dejarse inquietar ni tocar. Creer que ya se tiene toda la vida bien ajustada y no se está dispuesto a dejarse interpelar.

– No dejar a un lado algún problema o situación que resulte absorbente y que impide hacer el proceso de ver con ojos creyentes el libro de la propia vida. Después seguramente el mismo problema aparecerá con otra luz…

– Funcionalizar este proceso, leerlo pensando en cómo voy a usar esto, para qué me va a servir en mi pastoral. Frente a eso, lo más útil es entrar en la experiencia y aprender de ella.

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