Noche de paz:

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 La gracia del tiempo litúrgico nos ha traído al Domingo de Ramos en la Pasión del Señor. En este día, la Iglesia recuerda la entrada de Cristo el Señor en Jerusalén para consumar su misterio pascual.

Me pregunto por qué hoy aclamamos con cantos al que va a morir, y por qué en medio del silencio proclamamos la pasión de aquel a quien hemos aclamado; por qué la fiesta de nuestra alegría si estamos entrando en la noche del Señor, por qué la compunción del corazón si está llegando a nosotros el Reino de Dios, por qué nuestra paz si entramos en la noche de Jesús, por qué a esta hora de Jesús la llamamos noche si a nosotros nos ha traído la paz.

Mientras te preguntas, la fe ya adivina la respuesta: Aclamas al que viene en nombre del Señor; aclamas el reino que llega, el de nuestro padre David, el Reino de Dios; aclamas porque llega tu paz, porque tu justicia se acerca, porque la gloria de Dios te ilumina, porque Dios es tu paz, tu justicia y tu gloria; aclamas porque Jesús va contigo.

He dicho “tu paz”, he dicho “tu justicia”. ¿Es que acaso era tuya la paz? ¿Es que acaso era tuya la justicia? ¿Es que acaso era tuyo Jesús? Si no eran tuyos, no aclamas sólo por la paz y la justicia y la gloria que ves llegar para ti, sino que aclamas porque se te da lo que no podías imaginar, se te regala lo que nunca podrías alcanzar.

Ahora que sabes por qué aclamas, sabes también por qué te compadeces, pues tu paz te llega desde la noche de Jesús, la justicia te llega desde la vida entregada de Jesús, la gloria te llega desde la humillación de Jesús, tu salvación se llama Jesús.

Aclamas por lo que él es para ti, te dueles por lo que tú eres para él. Bendices por lo que recibes de él, te afliges por lo que él recibe de ti. Cantas porque él es tu luz y tu salvación, y te humillas en su presencia porque tú has puesto en su vida la noche.

Vive en la presencia del señor esta noche de paz.

Feliz domingo.

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