NO INVIERTAS EN SUFRIMIENTO

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(Emili Turú). El autobús urbano se paró junto al llamativo anuncio, que captó mi atención. El póster, con grandes letras, decía: “No inviertas en sufrimiento”. En la letra pequeña descubrí que se trata de una campaña de prevención y sensibilización contra la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual, muy oportuna y directa: “Si lo toleras, lo fomentas. Si te aprovechas, eres cómplice. Si lo denuncias, ayudas a liberarlas”.

Esta campaña me sugirió otra que podríamos promover entre nosotros al inicio de este año, usando exactamente el mismo eslogan: “No inviertas en sufrimiento”. Estoy seguro de que todos tenemos amigos o conocidos que, ante situaciones de dificultad, ya sean éstas de salud, de relaciones u otras, algunas de esas personas reaccionan con serenidad y entereza, mientras que otras se hunden irremediablemente. Misma dificultad, distinta reacción.

Ya sabemos que no es lo mismo dolor que sufrimiento: “El dolor es un aspecto inevitable de nuestra existencia; el sufrimiento depende de nuestra reacción ante ese dolor” (Alejandro Jodorowsky). Viktor Frankl, desde su experiencia como superviviente de Auschwitz, conocía muy bien esa diferencia. En su libro “El hombre en busca de sentido”, mantiene que cualquier persona puede, incluso en las peores circunstancias, decidir lo que será de ella, mental y espiritualmente. Y que puede conservar su dignidad humana incluso en un campo de concentración. En el fondo, es esta libertad espiritual –que no puede ser quitada– lo que hace que la vida tenga sentido y propósito: “Las fuerzas más allá de tu control pueden quitarte todo lo que posees, excepto una cosa, tu libertad de elegir cómo responderás a la situación. No puedes controlar lo que te sucede en la vida, pero siempre puedes controlar lo que sentirás y harás respecto a lo que te sucede”.

El año se nos presenta como una página en blanco, que tenemos la libertad de escribir como queramos. Seguro que vendrán momentos inevitables de dolor; en nuestras manos, la posibilidad de invertir o no en sufrimiento. Nuestra propia vida ¡y la de quienes están a nuestro alrededor! sentirán la diferencia.