Muéstrate propicio…

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Quiero empezar con un ejercicio de honestidad intelectual advirtiendo, con toda sinceridad y humildad, que yo no soy liturgista. Es más, la liturgia pertenece a una de las «disciplinas eclesiásticas» en las que apenas he profundizado durante mis ya muchos años de ministerio sacerdotal. No obstante, como no puede ser de otro modo, he disfrutado y disfruto mucho en las celebraciones, especialmente en la Eucaristía. Son fuente de vida interior, de espiritualidad, de auténtica oración, de contacto y fraternidad con otros cristianos. En definitiva, la Eucaristía entra de lleno en las preocupaciones que todo cura puede y debe tener. Pero, insisto, no soy un liturgista, sino un cura de pueblo.

Hace mucho tiempo que venía deseando un cambio en el Misal Romano. Echaba en falta, sobremanera, una actualización lingüística más adaptada a la gente de hoy, especialmente en las oraciones «variables»: colecta, ofrendas y comunión, especialmente. El lenguaje me parecía anacrónico, determinadas expresiones y palabras me resultaban ajenas a la mentalidad y al lenguaje de la gente corriente y moliente. Por ejemplo, eso del «trueque» referido a las ofrendas litúrgicas quedaba tan complicado en la expresión literaria que prácticamente apenas se entendía. Esa palabra, además, «trueque» (propia de la cultura económica medieval) se ha convertido en un palabro totalmente en desuso y significación para nadie. Es sólo un ejemplo a vuelapluma.

Otra  formulación que siempre me chirriaba era la de «muéstrate propicio…»; es casi, en realidad, un asunto lingüístico, en ningún caso teológico o bíblico, o algo así. Poca gente emplea ya el término «propicio» en el vocabulario diario. Por todo esto, me llevé un alegrón cuando me enteré que, ¡por fin!, una comisión de expertos estaba elaborando una nueva traducción del Misal Romano de Pablo VI, la tercera, creo.

Compré enseguida el Nuevo Misal Romano, con una presentación editorial muy digna, hermosa incluso, hasta solemne. Pero en cuanto empecé a ojearlo y hojearlo, me llevé una decepción; «mi gozo en un pozo». Continuaba lo del trueque y lo del muéstrate propicio (son sólo dos pequeños arbustos de un bosque intrincado mucho más denso, literaria y lo que es peor, teológicamente). Pero éste no es lugar para entrar en la teología que subyace en estas oraciones; eso se lo dejamos a teólogos, exegetas y liturgistas sesudos.

Sólo quiero hoy mostrar mi malestar a propósito de esas «oraciones variables» de ayer Domingo XVI del Tiempo Ordinario. Dice la oración colecta: «Muéstrate propicio con tus siervos, Señor… para que… perseveren siempre, con observancia atenta, en tus mandatos». ¡De nuevo lo de «muéstrate propicio«… pero además, «con tus siervos», y «con observancia atenta», y todavía más: «…en tus mandatos». ¿Es ésta una oración colecta renovada, adaptada al lenguaje y la mentalidad de la gente, con una teología post-conciliar? ¡Es peor que la traducción anterior, la segunda!; allí se decía: «Muéstrate propicio con tus hijos, Señor…» Es decir, en el Nuevo Misal hemos dejado de ser «hijos de Dios» para ser «siervos de Dios» («siervo» es lo mismo que esclavo, criado, sirviente sumiso y machacado… ¡al menos históricamente!. Y así lo entiende la gente). ¿Y qué entendemos por «observancia atenta»? ¿Cómo se explica eso a doña Engracia, a Pili o a Josu los adolescentes que todavía asisten a misa, o al sr. Fernández, intelectual licenciado en Físicas, o a…? ¡Y por supuesto, los «mandatos» de Dios!, es decir, las leyes, las normas, las prescripciones, las cortapisas que nos pone Dios, en definitiva. ¿Qué imagen de Dios y de persona del siglo XXI esconde esta «ingenua» oración colecta? Utiliza palabras (palabros) fuera de uso, caducadas hace tiempo, incomprensibles o con sentido peyorativo para nuestra generación actual; y lo que es peor, «esconden» una teología pre-moderna que no responde a las búsquedas o a las experiencias de Dios del mundo actual. (Pensaba decir algo también de las otras dos oraciones del «Nuevo» (?) Misal: sobre las ofrendas y después de la comunión, pero ya me extiendo demasiado).

Sólo un pequeño detalle: ¿No fue el mismo Jesús de Nazaret quien dijo aquello de: «Ya no os llamo siervos porque el siervo no sabe lo que hace su Señor, a vosotros os llamo amigos…» (Jn.15,15). ¿Es posible que la comisión de expertos en liturgia, biblia, teología, pastoral, antropología, etc., que reformuló estas oraciones desconociera este archiconocido texto de san Juan? ¿O se tratará de un error de traducción? ¿O de un apócrifo?, ¡qué sé yo!

2 COMENTARIOS

  1. De nuevo volvemos a una liturgia con palabras que retroceden en el tiempo y no se adaptan a la humanidad. ¿Cuántos siglos han de pasar para volver al inicio, al banquete del pan y el vino compartido con amigas y amigos donde Jesús se transforma? ¿Cuántos misales hemos de renovar para que la liturgia se acerque al pueblo y el pueblo, todos los cristianos y cristianas a la liturgia? …Sin embargo debemos ir cambiando por nosotros mismos, hacer de nuestras misas un espacio y un lugar de encuentro, saludarnos al entrar, dentro y al salir de la misa, participar, vivir nuestra la Palabra de Dios que se nos da, se nos revela y nos abre el corazón. Muéstrate, Señor, cercano, en tus palabras y oraciones, acoge la oración de tus hijos e hijas, hermanos y hermanas, que queremos beber de tu Palabra y envía tu espíritu que empape nuestro corazón para gritar las palabras que tú pongas en nuestro ser.

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