Miramos a Jesús:

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Miramos a Jesús de Nazaret, tal vez porque es el único que mira siempre con amor. Miramos a Jesús, porque no aparta la mirada cuando la nuestra se cruza con la suya. Miramos a Jesús una y otra vez, como si hubiésemos de caer en la cuenta de que él no deja de mirarnos. Miramos a Jesús, porque somos pobres y él está siempre ahí para nosotros.
Los pobres tenemos un nombre viejo, nombre de ausencias y oscuridades, de penas y soledad, de lágrimas y lutos, de sequedades y heridas. Y miramos a Jesús, buscamos a Jesús, lo deseamos, lo amamos, pues el corazón nos dice que creer en él, encontrarlo, recibirlo, es recibir un nombre nuevo, hecho de “paz en la justicia, gloria en la piedad”.
“Miramos a Jesús”; pero el corazón sabe que no podríamos mirarlo si antes nuestro Dios y Señor no nos hubiese mirado con amor. “Buscamos a Jesús”, lo que sólo es posible porque antes nuestro Dios y Señor nos ha buscado. “Amamos a Jesús y deseamos encontrarnos con él”, lo que es confesión humilde y agradecida de que nuestro Dios y Señor nos ha amado primero, y desde siempre ha querido encontrarse con nosotros.
“Ponte en pie, Jerusalén, sube a la altura, Iglesia santa, y contempla el gozo que Dios te envía”, deja que la fe te lleve de la mano al misterio que estás viviendo. El Adviento es tiempo de conversión para Dios y para ti: Dios se convierte a ti para darte las galas perpetuas de su gloria, para envolverte en el manto de su justicia; y tú te conviertes a Dios para que llegue harmonioso y sin interrupción a su presencia el canto de amor de tu vida. Para Dios y para ti, el Adviento es tiempo de preparar caminos: Dios para ti; tú para Dios. Él se ha hecho camino para el paso de su pueblo, para que, sin tropiezo, ciegos y cojos, preñadas y paridas, puedan avanzar hacia la justicia y la piedad; y nosotros, en el desierto, preparamos caminos para nuestro Dios, para que, sin obstáculos, él pueda acceder a nuestro corazón.
La Eucaristía es imagen admirable del Adviento en que vivimos. Dios se vuelve a nosotros, nos envuelve en su justicia, nos corona con su gloria, y nos da un nombre nuevo: nombre, gloria y justicia los recibimos con Cristo Jesús. Y nosotros nos volvemos a Dios, miramos, buscamos, deseamos, amamos a Cristo Jesús, escuchamos su palabra, lo guardamos con ella en el corazón, allanamos todos los caminos para comulgar con él.
Es Adviento: en Cristo Jesús la mirada de los pobres se cruza con la mirada de Dios.
Feliz domingo.

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