HUMOR Y CONFIANZA

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Me llamó la atención algo que me contaron de unas provinciales africanas de mi congregación, ellas decían: “si las jóvenes religiosas no encuentran la vida en la comunidad la buscarán fuera”.Y la vida, cuando se vive a fondo, desarrolla sus componentes de alegría, de gratuidad, de generosidad.

 
“Dichosa tú, feliz, porque la promesa en la que has creído se realizará” (Lc 1, 45), sea cual sea el modo en que se manifieste. Necesitamos decirnos esta bienaventuranza unos a otros, y reencender nuestra risa. Una VR capaz de vincularse con todos aquellos que quieren celebrar la vida y el paso liberador de Dios. Una VR que sabe reírse de sí misma, y que no se toma demasiado en serio. Humor y confianza. ¡Qué bien nos hacen…! La risa compartida puede ser una risa que caldee el ánimo, que genere ambientes de espontaneidad y de amabilidad, de aceptación de la vida. La risa tiene siempre un componente agregador. El pleno ejercicio de la risa sólo es posible en compañía. Las madres sonríen a sus hijos cuando los despiertan por la mañana y cuando se han hecho daño para que no se preocupen. Aprenden a emplear su sonrisa como remedio curativo.
 
La risa y la gratitud son buenos medidores de nuestros modos de vivir. En tiempos de estrechez comunitaria, Dios nos desafía a la anchura, a una existencia con amplitud. Reencender la risa significa querer hacer felices a las personas con las que vives en casa, significa que te importan, que tu relación con Dios pasa por tu relación con ellas, por los vínculos que establecemos; significa que conocemos el perdón y el abrazo, y significa también que podemos hacernos valer unas a otras, unos a otros, en nuestra vida en comunidad; que podemos despertarnos lo mejor. La risa se vuelve sagrada cuando es capaz de encender otro rostro.
 
Esa sonrisa sin la que una no se imagina los encuentros con el Resucitado. Luz en los ojos y calidez en la manos…y salir corriendo a decirnos unas a otras: ¡Es el Señor¡ En gestos tan sencillos como pronunciar un nombre con tremendo amor (Jn 20, 16), preparar un almuerzo inesperado (Jn 21, 9) y mostrar al amigo las heridas curadas (Jn 20, 20 ).
 

¿De qué habláis-nos pregunta Jesús-mientras vais por el camino? (Lc 24, 17).