No es esa María de Nazaret, es la María de Betania, la del silencio que es capaz de escuchar y ver lo hermoso que pasa desapercibido para la mayoría ajetreada. La del perfume gratuito, la del gesto excéntrico e inadecuado, la del derroche, la que seca los pies del Maestro con sus cabellos, con su ser mujer. La María que le dice a Jesús que llega tarde y que su Vida podría haber hecho que la vida de su hermano no desapareciese. La María que llora y hace llorar a Jesús con lágrimas de hermano, de amigo, de Dios encarnado que guardará para siempre, eternamente, estas lágrimas de dolor por el dolor del otro. La María que asiste, también en silencio, a la vida regalada una vez más que es capaz de vencer a una muerte empeñada ya en cuatro días. La María de Betania que hoy nos sigue acompañando, silenciosa y derrochadora, cierta en la pequeña certitud de que lo importante está en la escucha y en la esperanza y en la compasión. María de Betania, María que escogió la mejor parte. >
Gracias padre Miguel! Un abrazo con cariño peruano, desde Maranga San Miguel. Si no se acuerda, soy mamà de LIno. Dios lo guarde, siempre 🙂
Claro que me acuerdo!!! Tiempo muy feliz allí. Muchos besos y saludos a los tuyos