jueves, 25 abril, 2024

LOS MAESTROS DE LO INÚTIL

El concepto de útil e inútil es una de las ideas erróneas de la que más nos cuesta escapar. Nos apresuramos a declarar útil todo lo que se mide en dinero y productividad, en efecto inmediato, en promoción o rendimiento visible. Asociamos lo útil con la resolución de las necesidades materiales y así lo rodeamos de ese prestigio propio de las acciones imprescindibles. Mientras que descalificamos lo inútil al ver en ello un desperdicio, una excentricidad, cuando no un derroche. Asumimos lo útil como un deber. A lo inútil le concedemos un estatus eventual, entendido como una especie de resto, en relación con el cual no sentimos el atractivo y la presión social del desarrollo o la transmisión. Y sin embargo, pensándolo bien, si en el lado de lo inútil no hay deberes, hay algo en sí mismo precioso: la maduración profunda de lo que somos. Si no ponemos del lado de lo inútil las tareas que garantizan nuestra supervivencia, podemos, sin embargo, situar en él la decisiva experiencia interior que representa enfrentarse a la vida y a la muerte, a la memoria y al deseo, a la soledad y a la alegría. Si no metemos en el campo de lo inútil la construcción de los distintos saberes que nos ayudan, no caminaremos hacia la sabiduría. Como recuerda el poema: «el caracol sabe poco del mundo,/pero está pegado a él que lo conoce». Lo inútil, que se parece al aire silbante, nos pega directamente al misterio de la vida y nos da un tipo de conocimiento que no alcanzaríamos de otra manera. Así que debemos más de lo que suponemos a los maestros de lo inútil. Suelen ser pedagogos ocasionales y lo que nos dan no está, de entrada, configurado como una enseñanza. Más tarde es cuando nos damos cuenta de que se trataba de una poderosa lección de vida. Bastó acercarnos y estos discretos maestros nos mostraron, por ejemplo, la importancia de la contemplación, nos abrieron al diálogo con esa sed de éxtasis que llevamos dentro de nosotros. Viajábamos con un propósito fijo y nos conectaron con la fragancia de aquello que no tiene un porqué.

Uno de los cuentos más extraordinarios de Flannery O’Connor habla de ello, al presentarnos la historia de O.E. Parker a la edad de catorce años cuando, en una feria ambulante, se tropieza con la visión de un hombre tatuado de pies a cabeza. Ese encuentro provocó un punto de inflexión en él. Como explica Flannery, hasta ese momento, «nunca se le había pasado por la cabeza que su propia existencia pudiera ser la expresión de algo fuera de lo común». Los maestros de lo inútil nos revelan que nuestra pequeña existencia puede ser el lugar para algo más grande.

 

 

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