Lo que has de dejar… Lo que has de llevar…

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Puede que hayamos entendido que ser cristiano significa algo así como tener creencias –los dogmas de nuestra fe-, respetar determinadas prácticas religiosas –como la misa de cada domingo-, y aceptar algunas normas morales. Pero, aunque creencias, culto y moral sean compañeros necesarios de nuestro camino, no son ellos quienes definen lo que somos.

Cristiano es un hombre, una mujer, que se han hecho discípulos de Jesús, y que son discípulos porque “van detrás de Jesús”, “lo siguen siempre”, van a donde va Jesús, van como va Jesús.

Para hacerse discípulo de Jesús, no basta con “acompañarlo”, no es sólo cuestión de “ir con él”, sino que habrá que “posponer”, como si lo odiásemos, todo lo demás, incluido lo más querido, hasta posponerse uno “incluso a sí mismo”; habrá que calcular cuidadosamente las posibilidades de éxito en semejante empresa; habrá que “renunciar a todo lo que uno tiene”.

Pero no sólo se nos indica lo que hemos de dejar si queremos ser discípulos de Jesús –si queremos seguirlo, si queremos aprenderlo-; se nos recuerda también lo que hemos de llevar. Él lo dijo así: “Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío”.

Jesús sube a Jerusalén, está completando su éxodo, está recorriendo las últimas etapas del camino por el que va a Dios, por el que va al Padre.

El Maestro va delante de sus discípulos.

Querido Jesús: se lo dijiste a todos, y se lo dijiste a tiempo para que pudiesen discernir su elección. Muchos te abandonaron desde el momento en que nombraste lo que había que dejar y lo que había que llevar; otros, aquellos mismos que tú habías escogido, los más cercanos a ti, los más tuyos, esperaban todavía que algo aconteciese, algo que pusiese sentido en la locura que estabas viviendo. Y cuando tu cruz se les hizo presencia ineludible, cuando te vieron abandonado por Dios a la muerte, también ellos te abandonaron. Todos.

Pero tú, que los habías llamado antes para que estuviesen contigo, ahora, resucitado, los llamaste para que creyesen en ti, para que recibiesen tu Espíritu, para que llevasen tu evangelio hasta el confín de la tierra, para que hiciesen discípulos tuyos a todos los pueblos.

Ahora, sólo ahora, enviados por ti, pueden dejarlo todo y abrazar la cruz.

Ven, Señor, en ayuda de nuestra debilidad: danos la fe que nos permita reconocerte en medio de nosotros, sentarnos contigo a tu mesa, alegrarnos en tu presencia, llevar a todos la buena noticia de la vida en la que has entrado, de la gloria a la que has sido enaltecido, de la bienaventuranza que contigo nos espera. Danos esa fe, la única que nos permitirá llevar la cruz de cada día y dejarlo todo para seguirte.

Ven, Señor Jesús.

 

P. S.: Cristiano es aquel hombre, aquella mujer, que, habiendo sido invitados al banquete del reino de Dios, “lo han pospuesto todo” y han dicho sí a la invitación del Señor. Cristiano es aquel hombre, aquella mujer, que tienen sed de Dios, del Dios vivo, y lo buscan “como busca la cierva corrientes de agua”, y, por llegar a beber, posponen cualquier otro bien que pueda impedirlo, y abrazan cualquier penalidad que se haya de padecer por lograrlo.

Lo dice el Señor: “Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser mi discípulo”.

Feliz domingo.