jueves, 28 marzo, 2024

LIDERAR SEGÚN EL PASTOR IDEAL

En este día focalizamos nuestra atención en el Bueno y Bello Pastor, Jesús: ¡el gran modelo del Liderazgo! Aquel que se merece el Oscar al mejor Líder de nuestra historia. Aquel que ha convertido el liderazgo en una de las más sublimes tareas del ser humano. Por eso, fijemos nuestra atención en nuestros líderes; en los líderes de todo tipo: líderes religiosos, políticos, familiares, culturales. Hay personas escogidas para ir delante de los demás, abriendo caminos. Hay personas llamadas a estar con los demás y a proteger y cuidar de las personas que les han sido confiadas. De una u otra forma a todos se nos confía un “liderazgo” en la vida. ¡Descubre el líder que hay en tí!, nos suelen decir. Pero trata de ser líder siguiendo el modelo: el buen y bello Pastor.

La imagen del buen-bello Pastor

Dios nunca dijo que los líderes de su pueblo debieran ser ganaderos o vaqueros. Al contrario, Dios se refiere a su pueblo como rebaño y a sus líderes como pastores. Los pastores están siempre junto al rebaño. El rebaño necesita siempre la presencia de su pastor. Sin el pastor, las ovejas se dispersan… se pierden… entran en el caos… enferman y mueren. La presencia del pastor es esencial para que sobreviva el rebaño. Sin el pastor el rebaño -que es comunidad- pronto queda fragmentado y fragilizado (Num 27,17; 1 Rey 22,17; 2 Cron 18,16; Zac 10,2).

No es lo mismo ser un líder-ganadero o vaquero que ser un líder-pastor. Un auténtico pastor nunca podrá dirigir el rebaño poniéndose a salvo y a una distancia confortable. Es inconcebible un pastor que no viva entre su rebaño.

La Palabra de Dios no escogido esta imagen para hablarnos del Dios Emmanuel, el Dios-en-medio-de-nosotros y con-nosotros:«Porque esto dice el Señor Dios: Yo mismo buscaré mi rebaño y lo apacentaré. Como recuenta un pastor su rebaño cuando está en medio de sus ovejas que se han dispersado, así recontaré mis ovejas y las recogeré de todos los lugares en que se dispersaron en día de niebla y oscuridad» (Ez 34,11-12).

El Pastoreo compartido y colaborativo

A pesar de todos sus defectos, Dios escogió a David -que ya tenía la experiencia de pastor- para trasladar esa experiencia al “pastoreo” – liderazgo- de su pueblo:«Yo te he tomado del aprisco, de detrás del rebaño para que seas príncipe sobre mi pueblo Israel; he estado contigo en todas tus andanzas, he eliminado a todos tus enemigos ante ti y he hecho tu nombre grande entre los grandes de la tierra. Asignaré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré para que habite allí y nadie le moleste; los malvados no volverán a oprimirlo como antes, 11 cuando constituí jueces sobre mi pueblo Israel. Te concederé la paz con todos tus enemigos. El Señor te anuncia que Él te edificará una casa». (2 Sam 7,8-11).

Todo “pastor” o “líder” –en cualquier nivel que se encuentre (religioso, eclesial, político, empresarial, familiar…)– está ahí en nombre de “Supremo Pastor”. A través de ello, quiere Dios dirigir a su Pueblo, a su humanidad:«Yo mismo buscaré mi rebaño y lo apacentaré. Como recuenta un pastor su rebaño cuando está en medio de sus ovejas que se han dispersado, así recontaré mis ovejas y las recogeré de todos los lugares en que se dispersaron en día de niebla y oscuridad»  Ez 34,11-12.

No estamos hablando del “pastor” en clave de género masculino. La Iglesia ha tenido en su tradición la inspiración de hablar de María como la “Pastora”… y los artistas la han representado también así. Ella ejerció y ejerce un liderazgo que se insinúa en la aceptación de su vocación-misión, en su canto del Magnificat, en su presencia en las bodas de la Alianza, cuando es la primera que está “junto a la cruz” y recibe la misión de una nueva maternidad, cuando sobresale en el grupo de Pentecostés o es presentada como la antagonista apocalíptica del Dragón. Hoy también reconocemos que el don del “pastor-líder” encuentra en hombres y mujeres excelentes representantes.

Ser líder según “el modelo” Jesús, según el “corazón de Dios”

«Apacentad la grey de Dios que se os ha confiado, gobernando no a la fuerza, sino de buena gana según Dios; no por mezquino afán de lucro, sino de corazón; no como tiranos sobre la heredad del Señor, sino haciéndoos modelo de la grey. Así, cuando se manifieste el Pastor Supremo, recibiréis la corona de gloria que no se marchita» 1 Pe 5, 1-4.

El pastor permanece con su rebaño, lo rescata del peligro, le da un lugar donde recibirá todo lo que necesite y esté seguro. Ser pastor es más que ser un simple líder: es cuidad, proteger, proveer. Por eso, el pastor atiende de una manera muy especial a los más pobres, a los enfermos, a los necesitados… como hacía Jesús.

¿De todo el rebaño o de partido?

El pastor o la pastora según el corazón de Dios no se cree autosuficiente. No se piensa a sí mismo como propietario de la verdad. No divide la realidad entre buenos y malos, veraces y mentirosos. Busca que se constituya “un solo rebaño bajo un solo pastor”.

Nunca como ahora, la humanidad, la política, la economía, la religión, la Iglesia, los diversos grupos eclesiales, necesitamos líderes según el corazón del Buen Pastor. Hay entre nosotros demasiados grupos enfrentados, demasiadas mini-dictaduras. Cuando los líderes no son el reflejo del Único y Buen Pastor, todo se disgrega. “Tengo otras ovejas que no son de este redil… las tengo que llamar”.

No valen los liderazgos “personalistas”, excluyentes, autosuficientes. Este domingo cuarto de Pascua nos llama a “liderazgo colaborativo”, al “liderazgo incluyente”. No es cuestión de conseguir más votos… sino de conseguir entendernos. El Espíritu de Dios inspiró a Ezequiel una terrible profecía contra los líderes-pastores de Judaízan, que hoy tiene plena vigencia: «Estoy contra los pastores: reclamaré mi rebaño de su mano y les impediré pastorear a mis ovejas para que los pastores no vuelvan a apacentarse a sí mismos. Libraré mi rebaño de su boca y nunca más les servirá de alimento”» Ez 34,9.

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