Wanda Póltawska.Diario de una amistad. La familia Póltawski y Karol Wojtyla
San Pablo, Madrid, 2011, 752 pp.
Con motivo de la beatificación del Papa Juan Pablo II, la editorial San Pablo ha publicado “Diario de una amistad”. Marek Rackiewicz, misionero redentorista polaco, ha sido el encargado de revisar la traducción de los textos del polaco al español. Amablemente responde a estas preguntas para Vida Religiosa.
-¿Quién es Wanda Póltawska y qué representó para Juan Pablo II?
Wanda Półtawska, doctora en medicina, nació el 2 de octubre de 1921 en Lublin, Polonia. Durante la ocupación alemana fue arrestada por la Gestapo y encarcelada en el campo de concentración de Ravensbrück. Tras la guerra, regresó a Polonia donde se casó y tuvo cuatro hijas. Liberada del infierno de Ravensbrück es fácil suponer, que ella no necesitaba de un sacerdote que le “sirviera” discursos, palabras, lecciones sobre el sentido del mal y del bien en la historia. Tenía, en cambio, una imperiosa necesitad de recuperar la confianza en la humanidad, en la vida… en una palabra tenía necesidad de volver a vivir y eso solo era posible compartiendo humanidad y vida con alguien. Un día se encontró en Cracovia con un joven sacerdote que la comprendió y con el paso de tiempo se convirtió no sólo en su guía espiritual, sino finalmente en su Hermano.
-¿Qué novedad aporta esta nueva publicación?
Este libro nos descubre a un Hermano, pues así firmaba sus cartas dirigidas a Wanda. Cuando se conocieron, Karol Wojtyła era un sacerdote joven “en camino” que no le tenía miedo a la vida ni al ser humano, para él la expresión “Cristo abraza toda nuestra vida”, no era mera teoría teológica. Amaba a Dios a causa del hombre y amaba al hombre a causa de Dios. Leyendo este “Diario” de Wanda descubrimos la profunda dimensión humana de Juan Pablo II, que con delicadeza y ternura, manifiesta preocupación sincera por sus propios “hijos”, por los amigos, por las personas que Dios le ha confiado. Wojtyła aparece como alguien que no impone sino que viviendo una amistad verdadera y concreta, ayuda, sostiene, acompaña y sólo dentro de esta relación, señala sus principios.
Conmueve la urgencia por la salud de la “hermana Dusia” y la ternura hacia sus hijas; impacta también la humildad de un hombre que no teme comprometerse, manifestar su agradecimiento a Dios y a las personas; le habla a la mente y al corazón del testimonio de fe de un hombre, de un sacerdote que vive de oración, en la oración y para la oración.
Leyendo estas páginas podemos descubrir no sólo el valor de una auténtica y verdadera amistad en la vida de cualquier persona, sino también su poder transformador en el crecimiento espiritual.
Francisco J. Caballero, C.Ss.R.