viernes, 19 abril, 2024

La vida de los religiosos clama en América Latina

En la Asamblea General de la CLAR del mes de junio del 2012 en Quito se elaboró el Horizonte inspirador de la Vida consagrada en América Latina y el Caribe. De él nació el Plan Global inspirado en el icono de Betania y aprobado en la Junta General que se tuvo en México en marzo de este año y que lleva por título: “Escuchemos a Dios donde la vida clama”. En él hemos querido situar la vida consagrada en los nuevos escenarios y unir nuestra voz a la de los sujetos emergentes y parte de la sinfonía que se originó es la que presentamos en este artículo. Tuvimos la impresión de que el que dirigía la orquesta era el Espíritu Santo, que estaba presente y sugería, proponía y a ratos forzaba la máquina para que hubiera compromiso y propuesta nueva.

La letra y la música de esta canción fueron presentadas, también, en el Vaticano y al Papa Francisco. Las escuchó con atención. La visita y el mensaje que nos dejó se han convertido para nosotros en gracia y compromiso. Podemos decir que nuestro clamor es su clamor ya que él es de todos en la Iglesia y la vida consagrada, pero de nosotros procede.

Hilo conductor del plan global

En él hay palabras claves que amalgaman el corto texto: vida, consagrada, nueva. En los religiosos y religiosas del Continente y del Caribe se sufre y se goza; se vive un momento fuerte. Los consagrados claman. Hay que estar atentos y escuchar su voz que va unida a la de los emigrantes, jóvenes, indígenas, afroamericanos, mujeres, encarcelados y excluidos. El clamor de los religiosos es por una nueva forma de vida religiosa. El icono bíblico de Betania ha inspirado el plan. Tiene cuatro protagonistas: Jesús, Marta, María y Lázaro. Si uno les contempla sitúan la vida consagrada en tres situaciones que en el momento actual son reales: la vida consagrada enferma, dormida o muerta. Pero la más real nos la ofrece la escena central y las palabras de Jesús: en ella se resucita, se pasa de la muerte a la vida y se escucha decir a Jesús: Yo soy la resurrección y la vida. La Asamblea quiso ver en Betania una casa de encuentro, una comunidad de amor y corazón de humanidad. Nos desafía a todos a juntar bien estas seis palabras: casa, comunidad, corazón, encuentro, amor y humanidad. Entrelazarlas adecuadamente da como resultado una nueva forma de vida consagrada.

 

El clamor que sale de los religiosos es el de esta nueva forma de vida consagrada. En la edición del texto final publicado por la CLAR y PPC se encuentran expresiones de este clamor de vida religiosa nueva en las páginas 3, 6, 7, 8, 9, 10, 13, 15, 16, 17, 18, 19, 20 y 23. Es decir, atraviesa todo el documento y bien podemos decir que es su hilo conductor. Se nos pide que se escuche este clamor porque suena a evangelio puro; así la vida consagrada entrará en el dinamismo de la vida resucitada; este grito será auténtico si nace en los nuevos escenarios y lleva la fuerza y pasión de los sujetos emergentes del Continente. La vida consagrada es sujeto emergente y está en un nuevo escenario. Sólo así desaparecerá la impresión repetida en algunas comunidades y personas consagradas de que en esta forma de vida cristiana ha cambiado mucho para que en realidad no haya cambiado nada o al menos lo esencial no se haya tocado. Se siente la amenaza y el riesgo del presente y del futuro. Urge ver los signos de vida que hay en torno a la vida consagrada y “salir del sepulcro” ya que una nueva forma de vida consagrada es posible y para ello estamos urgidos de un nuevo seno que engendre un nuevo modo de ser humanos y de ser religiosos. Las nuevas generaciones de religiosos tienen un rol importante en esta tarea que no puede faltar. La convicción de que una nueva forma de vida consagrada es posible se repite varias veces. El documento termina afirmando que esa nueva forma es semilla, está en gestación, es la alternativa. A describir esa alternativa se dedican los últimos párrafos del documento. En ellos se desciende a precisiones concretas.

Pero el tono y el momento en que nos deja el Plan Global es el mismo en el que nos dejan en nuestros días la mayor parte de las instancias de encuentro, reflexión, programación y propuesta. Hago referencia, de un modo especial a los capítulos generales. Por lo que puedo saber, por ser protagonista en varios de la propia congregación marianista o de otras, estas asambleas se están desarrollando en ambientes buenos y fraternos. Se alza menos la voz de lo que se alzaba en el pasado; hay menos denuncia. Se llega a ponerse de acuerdo bastante fácilmente. Se realizan análisis y evaluaciones oportunas y atinadas; las sugerencias y propuestas son buenas y del buen espíritu vienen. Nos dejan con alimento para hacer el próximo tramo de la historia de la congregación pero no para llegar a la meta. Quedamos en búsqueda, en buena compañía, en sala de espera. No tocamos fondo. Se termina con la impresión de que algo nos falta y que nos falta lo que necesitamos. No damos con los compromisos que produzcan grandes cambios.

Una muerte que lleva a la vida

No hay duda que este texto del Horizonte inspirador ha llegado e inspirado mucho a esta Presidencia de la CLAR, al Equipo de reflexión teológica, a las diferentes Conferencias nacionales y no pocas Provincias y comunidades religiosas. Sé que está siendo “horizonte inspirador” de bastantes religiosos. A todos deja con buen tono, buen espíritu, inquietos. Pero con dificultad para describir y poner nombre a lo que realmente necesitamos: una nueva forma de vida consagrada. Nos ofrece icono, evaluación, convicciones teológicas, tareas para la Presidencia y el Etap; inspiración e intuiciones que no siempre habíamos tenido. Y sobre todo con una: la muerte lleva a la vida. Betania es el icono que necesitábamos. Tenemos que apuntar a una vida que multiplica la vida. No nos sirve el “y- y” ni el “o-o”. Necesitamos alternativa.

Y alternativa a la vida consagrada actual. No se está terminando la vida consagrada; se está terminando una forma de vivir la vida consagrada. Tiene que nacer otra. Pero la vida consagrada tiende a conservar, a no moverse y, con mucha frecuencia, lo consigue. Es verdad que para cambiar bien, como dice H. Maturana, hay que tener dónde poner el pie, dónde apoyarse y desde dónde partir. Pero también a dónde llegar y qué concebir. Supone olvidar, dejar de hacer, des-aprender, suprimir, terminar. Supone, también, sacarse las vendas como tuvo que hacer Lázaro; si no, no habrá movimiento.

En una espontánea lluvia de ideas de contexto latinoamericano y caribeño debemos decir que estamos hablando de un nuevo paradigma, de vino nuevo y odres nuevos, de cambio estructural, de estructuras distintas, de evangelio viviente y vibrante, de alternativa cultural, de más carisma y menos tradición, de transformación. Lo hacemos recordando la historia que nos dice: cuando una forma nueva de vida consagrada ha aparecido no han desaparecido las anteriores; se han transformado. No estamos hablando de nada fácil. Nos estamos refiriendo a lo exigente que es concebir, engendrar, ser fecundos, generar y dar vida. Según el documento las alternativas girarán en torno a la indignación y la creatividad. Estas se convierten, una vez más, en clamor. La vida consagrada es escenario donde se clama y sujeto emergente que clama y en este clamor hay que escuchar a Dios. Pero todo esto no siempre lo entendemos así. “Estas semillas de alternativas quieren llegar al lugar donde sabemos germinar como signos impredecibles del Reino”.

Esto es especialmente urgente e indispensable para la vida consagrada apostólica. La urgencia está recogida en el plan global. Para algunos es delicado el argumento que vivimos ya que supone un juicio al pasado y porque muchas veces se ha quitado sin poner. Además, las nuevas generaciones no dan muchos elementos pero sí no pocas interpelaciones; ayudan a saber qué es lo que se precisa dejar de hacer y dan pocas sugerencias para identificar lo que hay que introducir y proponer. Toca a las generaciones ya en andadura indicar cómo será un presente que tenga futuro. De todas formas, en el Plan Global no hay nada muy concreto en relación con el necesario cambio institucional. Cuando se lee atentamente sí queda uno con provocación, ganas, inspiración, empuje y motivación.

De la conversación con el Papa el 6 de junio sobre este tema bien podríamos decir que “nos dio permiso” para ensayar, buscar y hasta equivocarnos. No hay duda que esta forma nueva de vida consagrada es una semilla. Semilla que puede caer en el camino, entre piedras o hierbas malas o en buen terreno. Pero la semilla no cae sola. Hay sembradores. Se necesitan nuevos sembradores que permitan a la vida consagrada o la muestren caminos y procesos para “salir fuera del sepulcro”, desatarse las vendas, comenzar a andar y agradecer la vida nueva recibida.

En este momento yo personalmente, y sé que otros, nos encontramos en búsqueda y confiados en que meta y etapa nueva se van a encontrar y al mismo tiempo viviendo auténticamente lo que es propuesta ahora y confiando en el Señor que muestra caminos. Es verdad que la institución vida consagrada y bastantes religiosos “claman” y hay que escuchar a Dios en esas vidas que en más de una ocasión se convierten en grito.

Para llegar a la meta, dar el primer paso

Se precisa “comenzar siempre” según el estupendo consejo de Santa Teresa de Ávila. Siguiendo con su vocabulario, cuando corren “tiempos recios” se necesitan “amigos fuertes de Dios” para sacar del riesgo; y la vida consagrada está en riesgo. Por tanto, hay urgencia de dar el primer paso que no es otro que ir a Betania y en compañía de Jesús, Marta, María y Lázaro aprender a resucitar. En Betania se descubre y se vive en “una casa de encuentro, con una comunidad de amor y un corazón de humanismo”. Ahí, en Betania, y con esa compañía, la vida consagrada puede escuchar, mirar, hablar y llevar al corazón y recrear la vida y la consagración. Ahí se pondrá en contacto con otros clamores.

Hay algunas recomendaciones de fondo que pueden servir para dar el primer paso y los pasos siguientes: revisar nuestro lenguaje en torno a la vida religiosa; quizás, como un ejemplo, la palabra “superior” no sirve más. Reelaborar nuestra antropología y optar por la que nos lleve a pensar, sentir y proceder humanamente, a orar, convivir y trabajar por el Reino de diferente manera. Repensar nuestra eclesiología y nuestra espiritualidad. Basar nuestra acción carismática no en la urgencia de la eficacia sino en la humildad del signo. Convertir nuestras comunidades en grupos de contacto vital y de servicio y que sean verdaderos signos maternos que ayuden a vivir en la verdad y no en la apariencia.

No hay duda que para emprender esta tarea se requiere imaginación; así llegaremos a respuestas audaces y creativas; así se ensayará y encontrará camino y no sólo desde una visión mono dimensional, ya que estamos inmersos en realidades pluridimensionales. Realidades, por lo demás, que a veces nos dificultan vivir intensamente. No podemos olvidar que somos una generación híbrida.

Es la oportunidad

Si queremos que así sea, así será. Este plan global deja con tarea para andar en esta dirección. Por este camino nos quiere el Papa Francisco. Después de presentarle este plan global en sus palabras percibí que nos ofrecía método, camino, proyecto; nos trasmitía pasión y visión y nos presentaba una dirección. Nos invitó a ver los signos de vida y los signos de vitalidad que hay hoy en la vida consagrada. Comunicó entusiasmo. Un paso más e importante es ponerles nombre. En otro momento tenemos que acertar a situarles en el contexto cultural y eclesial actual y ver cómo la propuesta tiene algo de nuevo paradigma. A partir de esto, comenzar a vivir etapa nueva; evitar quedarse en el camino y no aprovechar esta oportunidad que se nos presenta. Indispensable para nosotros celebrar este nuevo comienzo: pedir perdón, interceder, agradecer, alabar al Señor ya que la vida consagrada sigue siendo “quilla” (Pablo VI al cardenal Pironio) de la barca de la Iglesia. Así se llega a la alternativa.

Tuve la impresión al terminar el encuentro del día 6 de junio del Papa con la CLAR que el Papa Francisco bendecía este plan y este proyecto. Estaba contento con él. Haber aceptado y querido el encuentro distendido y muy confidencial ya era mucho. El modo cómo se llevó a cabo fue una confirmación de su estilo de animación de la Iglesia y de la vida consagrada y de las ganas que tenía de estar con nosotros. Nos invitó a abrir puertas y a preferir una vida consagrada que se la juzgue y se la critique por alguna de las cosas que hace a una vida consagrada que está enferma por vivir aislada, pasiva y sin implicarse en nada… Nos invitó a querer y hacer lo que el Espíritu quiere. Así ha procedido él desde que le eligieron Papa… a poner oído atento ahí donde la vida clama. Muy fuerte la invitación a defender a los pobres. En este tema hay que cambiar de rueda. Esto es evangelio puro. Metodológicamente se precisa llegar hasta las causas de la crítica situación actual y no quedarnos en los síntomas de la aberrante fuerza de los poderes financieros. Algunos, se diría que están empeñados sistemáticamente en que haya pobres y en que sean muchos ya que es la mejor manera para que haya ricos. Más de una vez repitió una de sus palabras preferidas: no hay que ser autorreferentes; en la Iglesia y en la vida hay que vivir con y para los demás. No tener miedo de denunciar… Nos invitó a la novedad; nos convidó a la audacia; a no seguir los pasos de algunos grupos “conservadores” ni a caer en un pelagianismo renovado. Aparecida no se ha puesto en práctica, nos recordó. No fue solo un documento; ha sido y es un envío en misión. Hay congregaciones muy pequeñas y que no tienen vocaciones y se aferran al dinero. Algo hay que hacer por ellas y con ellas. Transmitió ánimo. La suya es una presencia de anciano pero del que se olvida un poco que lo es y sí acierta transmitir sabiduría y audacia, las propias de quien se sabe con propuesta alternativa.

Este Plan Global y este encuentro con el Papa hay que situarlos en una historia larga y a ratos complicada y tormentosa. La historia de más de 50 años de la CLAR. Ahora los protagonistas han cambiado en el Continente y en Roma. Ciertamente hoy, los religiosos y las religiosas latinoamericanos que se sospechaba que estaban animados de un cierto sentimiento anti romano y “liberacionista” de no buena ley ahora queremos ser apoyo y compañía para la persona, las palabras, los gestos y el proyecto de reforma de la curia y de la Iglesia del Papa. Sabemos, por lo demás, que el plan que nos hemos dado es querido, impulsado y bendecido por el Papa. Así lo sentíamos al terminar nuestro encuentro con él.

 

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