miércoles, 24 abril, 2024

LA VIDA CONSAGRADA DESPUÉS DEL CORONAVIRUS

Más que ofrecer respuestas, vienen tiempos de nuevas preguntas

(Montserrat del Pozo. Sup. Gral. Hijas de la Sgda. Familia de Nazaret).La vida consagrada es vida y como tal siempre participa del crecimiento, las vicisitudes, los riesgos, amenazas y oportunidades en las que se desarrolla y fluye  la vida que la rodea, y para la que está llamada  a ser sal y a dar luz.

No es necesario recordar que vivimos una situación extraña, desconcertante, en unas circunstancias que hacen del momento actual un tiempo inédito, sorprendente por todo lo que lleva consigo y  porque afecta a todo el mundo a la vez. No hay, no tenemos recetas escritas, a pesar de que situaciones parecidas se hayan vivido en la humanidad desde hace muchos siglos. Con todos los recursos que posee el siglo XXI, el Covid-19 a todos y por tanto también a la vida religiosa nos ha pillado con el paso cambiado, confinados, sin muchos recursos materiales, a pesar de ser un siglo que dispone de tantos, pero afortunadamente con los dos recursos más poderosos: la fe que nos recuerda que Dios es nuestro aliado –no el aliado del virus como escuchamos en la predicación desde el Vaticano el pasado Viernes Santo– y las personas. Por esto la vida consagrada tiene hoy una palabra a decir, una palabra de esperanza, de fe hoy, durante este tiempo de incertidumbre y confinamiento y tendrá también que encontrar la palabra adecuada para decir mañana, en lo que quedará para la historia como el tiempo “después del coronavirus”.

La recomendación de Jesús hace más de dos mil años “Buscad el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6,33) cobra mayor actualidad, si cabe, en los momentos que estamos viviendo. Las circunstancias más o menos favorables, la rutina, el devenir ritmado de un día a día hecho costumbre facilitó que nos hubiéramos acostumbrado a muchas “añadiduras”… añadiduras buenas, sí,  pero al fin y al cabo “añadiduras“. Después del coronavirus creo que habrá que volver a lo esencial, a la novedad del Carisma recién inspirado por el Espíritu, al Evangelio sin glosa y sin errores de imprenta.

La vivencia de la Alianza, la entrega en la consagración/misión que es el cantus firmus de la vida consagrada, se mantendrá porque Dios no se muda –al decir de Santa Teresa–  pero como a lo largo de los años ha habido, siguiendo el lenguaje musical, muchas variaciones sobre el mismo tema, para que sean la respuesta necesaria al nuevo tiempo, después de la actual pandemia, habrá que replantearse muchas cosas, manteniendo el cantus firmus de la esperanza, la fe y el amor que nos fundan en cada uno de nuestros carismas. Porque la vida consagrada quiere dar respuesta a las necesidades de cada momento, atenta a la Palabra de Dios y a las fuerzas del cambio, que son signos del tiempo, deberá replantearse los servicios educativos, sanitarios, asistenciales… que se prestan en la actualidad. No tanto el qué, porque enseñar al que no sabe, visitar, atender al enfermo, dar de comer al hambriento, visitar al preso… siguen siendo obras de misericordia, imprescindibles,  necesarias mientras haya personas que lo requieran, cuanto el cómo llevarlas a cabo.

Cuando en el año 1979, Alvin Toffer publicó su libro La tercera ola a muchos extrañó el aire futurista con el que ponía de manifiesto como la humanidad después de la primera ola que calificó de revolución agrícola y de la segunda ola, la llamada revolución industrial,  ya había comenzado a navegar por la que él llamaba tercera ola, y que según su opinión desarticularía varias estructuras en las que la humanidad se había establecido y en la que se amplificaría la fuerza mental del ser humano gracias a nuevos sistemas computacionales, cibernéticos, en la que se habrían creado herramientas que serían capaces de crear nuevas herramientas. No andaba tan equivocado. Al igual que la vida consagrada supo dar respuesta a las anteriores, también a esta tercera ola que lleva consigo novedad, que nos ha llegado más deprisa que las otras y que nos urge respuesta, estoy segura de que la vida consagrada tiene una palabra profética a decir.

Cuando pase el coronavirus, que pasará, tenemos que ser capaces, como consagrados de reflexionar juntos, desde puntos de vista bien diferentes, de aunar iniciativas desde diversas latitudes, compartiendo misiones desde distintos carismas, tenemos que ser capaces de ensanchar la mirada para encontrar y/o inventar caminos, tenemos que ser capaces de transmitir la esperanza que nos alienta el Espíritu del que somos cómplices, tenemos que ser capaces no tanto de buscar respuestas, sino sobre todo y con osadía de plantearnos nuevas preguntas.

Centinelas del futuro, a la vida consagrada nos toca mirarlo desde la fe para, con la esperanza ganada en la Resurrección, ir descubriendo las señales de pista que Dios nos prepara para poder ofrecer al mundo, desde nuestra consagración, la mejor respuesta, sin miedo a lo que ésta lleve consigo de cambio, de desinstalación, en la confianza puesta en Dios que es quien es capaz  “hace nuevas todas las cosas” (Apoc 21).

 

 

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