“La simplicidad encuaderna las páginas de la vida, y armoniza las tramas de nuestra vida, respetando siempre su complejidad”. En medio de la atmósfera intoxicada de nuestro planeta, por complejas situaciones, esta frase de Mariel Mazzocco llena de belleza, se yergue como una enseña que orienta los torpes pasos de la humanidad entera.
La simplicidad rompe las barreras de todas las latitudes.
Cierto que cada ser nace simple y ligero, libre de toda atadura y sin miedo a lo desconocido. Pero esta espontaneidad y simplicidad infantil es incompleta, porque carece de un elemento fundamental: la experiencia. Y esta nos acompaña y se engrandece con el paso de los años.
Nos es imposible recuperar esta simplicidad original. Pero las lecciones de la vida nos van haciendo seres simples conforme vamos aprendiendo a discernir lo esencial, y cultivando nuestra capacidad de asombro, fruto de una elección que cada amanecer renueva.
Cada día al abrir los ojos tengo ante mí una infinidad de caminos y horizontes.
Optar por la simplicidad significa romper la rutina cotidiana, para abrir una brecha de luz en el muro del egoísmo que aplasta nuestra personalidad. Cuando opto por la simplicidad vivo la vida sin muros ni defensas.
Creemos que simplicidad se opone a dificultad, pero es en el corazón de las numerosas dificultades –que forjan y descubren nuestra identidad- donde florece un alma simple.
Miremos los momentos de dolor y fragilidad cómo han sacado lo mejor de nosotros mismos. Las dificultades van generando sencillez en aquellos que se dejan modelar por la vida.
Atento como está el mundo entero a todo tipo de dispositivos informáticos, la persona humana se ha vuelto sorda al murmullo del alma. Hemos ganado en velocidad y autonomía, pero el secreto de la interioridad se nos sigue escapando. Y me refiero a esa interioridad sana que no se queda enclaustrada en el propio individuo, sino la que se irradia hacia fuera y es faro que guía a los navegantes.
En las vísperas de su deportación a Auschwitz, Etty Hillesum escribió: “Lo esencial es vivir a la escucha de tu propio ritmo y tratar de vivir respetándolo. Estar a la escucha de lo que sale de ti”. Y es esto lo que día a día, momento a momento, voy aprendiendo a desarrollar.
Sí, tiene razón Mariel, la simplicidad encuaderna las páginas de la vida y las armoniza. Porque encuadernar es todo un proceso, que conlleva un trabajo artesanal de cosido, pegado y fijado de hojas o de pliegos de papel, así como la fabricación de una tapa o cubierta para proteger el libro y favorecer su utilidad.
La vida es una obra de arte, y la simplicidad une todas las piezas que la componen, y esto sólo para una cosa: para que la persona sencilla esté abierta a la riqueza de lo posible; que lo que posea o haga apenas le frenen y nada se interponga en su camino hacia la inmensidad.
No hay recetas para la simplicidad, pero cada día lo veo más necesaria entre nosotros. No hay fórmulas, pero se descubre recorriendo los caminos de la libertad interior, del total abandono en manos de Dios, lejos de toda excesiva preocupación. Entonces el presente y el futuro se tiñen de esperanza.