“LA MÚSICA INTERPELA A UNA RENOVACIÓN LITÚRGICA”

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(Damián Mª Montes). El Concilio Vaticano II promovió una renovación litúrgica con la constitución Sacrosanctum Concilium. Sin embargo, a pesar del giro hacia una liturgia más participativa, no pocas realidades eclesiales han permanecido más ancladas a formas del pasado que a una verdadera intención renovadora. Ahora volvemos a leer, por primera vez desde entonces en un documento oficial, la posibilidad de una renovación litúrgica más efectiva; en esta ocasión, de la mano de la música y el arte como recursos pastorales que la interpelan. Así lo manifiestó el documento final de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes.

Nos alegra escuchar al Sínodo en estos términos y nos pone en alerta para que la renovación siga adelante. Los jóvenes lo han pedido y los obispos han dado el visto bueno a esta posibilidad, reconociendo que la liturgia debe cambiar y que la música y el arte son dos herramientas necesarias para el cambio. Es llamativo que en algunas comunidades siga resultando escandaloso utilizar instrumentos eléctricos o amplificados para la celebración de la eucaristía dominical o del matrimonio, por ejemplo, y se siga ofreciendo como única alternativa la música de órgano barroca, clásica o, en los casos más permisivos, el uso de la guitarra y el cajón acompañando melodías postconciliares. No dudamos de la calidad y de la maravilla estética de las liturgias que se sirven de los instrumentos antiguos o de la música religiosa barroca, clásica o postconciliar. Tenemos, sin embargo, serias dudas sobre el impacto de dicha liturgia para la gente de hoy. Si las partituras para órgano, las melodías de Palazón o la música de Brotes de Olivo fueron nuevas en su momento, ¿por qué no dar espacio y recursos a los artistas jóvenes para que busquen con creatividad el modo en que puedan celebrar con mayor hondura el misterio de la fe desde una estética renovada?

Necesitamos arte y música de hoy que vuelva a conectar a los jóvenes con Dios, quienes “tienen el deseo de una liturgia viva, auténtica y alegre” como ha manifestado el Sínodo. Ese deseo pasa, necesariamente, por escuchar y acoger las nuevas propuestas artísticas que nos hablan de una estética urbana contemporánea y que nos acercan a otros recursos como la danza, la interpretación o los nuevos instrumentos electrónicos. Será nuestra tarea encontrar el equilibrio entre la novedad artística que renueva la liturgia y la elegancia propia que requiere el misterio que se celebra para que las palabras del Sínodo no caigan en el olvido.