Muchas personas entienden el verano como un tiempo para “cargar pilas”. Entre los cristianos, y particularmente entre las personas consagradas, esto se aplica de manera especial a los Ejercicios Espirituales u otras formas de retiro que, muchas veces, realizamos durante los meses de verano.
El esquema mental es parecido a éste: durante el curso nos cansamos, vivimos agobiados, apenas tenemos tiempo para cuidarnos, vamos perdiendo fuerza… y entonces los meses de verano sirven para “cargar pilas”. Los días de retiro espiritual serían algo así como el cargador del móvil, que llena de fuerza la batería que se ha ido agotando con el uso diario.
No está mal. Y deseo de verdad que los lectores puedan aprovechar el tiempo veraniego para descansar, disfrutar con los seres queridos, dejarse cuidar por el Buen Dios, retomar el curso con ánimos renovados.
Pero permítanme decir que no estoy de acuerdo.
Si entendemos que el verano sirve para cargar las pilas, quiere decir que nuestra vida nos agota. Eso significaría que nuestra misión, nuestro apostolado, nuestra oración cotidiana o nuestra comunidad no son fuentes de energía y de vitalidad, sino que –al contrario– son algo que nos descarga. Sería una especie de “sumidero de energía” y no una “fuente de energía”. Si es así, algo funciona mal.
Por ello, propongo que tomemos la dinamo como imagen y modelo de nuestra vida en el Espíritu. Se trata de ese sencillo aparato que sirve para encender la luz de la bicicleta mientras pedaleamos. Más técnicamente, es un generador eléctrico que transforma la energía mecánica (dar pedales) en energía eléctrica (encender la bombilla) a través de la inducción electromagnética.
Pues bien: lo que digo es sencillamente que la vida del cristiano deber estar unida al Señor de tal modo que la propia vida y misión se convierta en fuente de energía y vitalidad. No necesitamos recargar las pilas de vez en cuando; lo que necesitamos es dar pedales unidos con el Señor Jesús. No dar pedales a lo loco ni por nuestra cuenta, sino dar pedales (entregarnos, orar, servir a los pobres, cuidar la comunidad…) unidos al Señor.
Si la dinamo no está unida a la rueda, por muchos pedales que demos, no se enciende la bombilla. Si nuestra vida no está unida al Señor, nos agotaremos y no transmitiremos luz alguna. Pero si nuestra vida está entregada junto con el Señor, entonces brillará (Is 58, 8; Mt 5, 14) y se convertirá en un surtidor del que brota vida plena (Jn 4, 14).