En la vida religiosa formamos un “resto santo”: una minoría joven, una mayoría adulta y anciana. Nuestra vida religiosa europea y americana tiene más funerales que primeras profesiones, pero todavía disponemos de un magnífico potencial que hemos de aprovechar: ¡en misión inter-generacional para una nueva evangelización!
Pensemos en la joven María y la anciana Isabel: ¡qué magnífico entendimiento entre ellas dos! Fueron las primeras evangelizadoras: el pobre Zacarías no pudo obstinarse en su incredulidad; el testimonio de estas dos mujeres, super-activadas por el Espíritu, fue minando su cerrazón, hasta que irrumpió en él la gracia y la expresó en su magnífico “Benedictus”.
En la nueva evangelización no debemos estar divididos, haciendo cada grupo “la guerra por su cuenta”. Necesitamos un “reformateo” comunitario. ¡Podemos y debemos “nacer de nuevo”, los ya viejos Nicodemos! Nuestros jóvenes deben “entrar en la Vida”. ¡Todos nacidos y re-nacidos para evangelizar! Ese es el sueño de no pocos Capítulos Generales y Provinciales de estos últimos años, precursores de esta nueva fase.
Tenemos ante nosotros a un incrédulo Zacarías. Es aquella humanidad globalizada, que en sus diversas generaciones, en sus hombres y mujeres, en sus obreros, sindicalistas, políticos, burócratas, científicos, economistas, artistas, gente de negocios, e incluso personas oficialmente religiosas, no cree lo suficiente, se desconecta del Dios vivo. Probablemente lo que Zacarías necesita no son palabras, ni razonamientos. Hay que tocarle el corazón. ¡Las dos mujeres, unidas por un mismo Espíritu, lo fascinaron y se dejó transformar por Dios!
Nuestro mundo tiene nostalgia de Dios. Se está quedando huérfano. Parece autosuficiente, pero en el fondo tiene una gran debilidad. Las verdaderas creyentes, los auténticos creyentes no pretenden derribar el “muro”, pero sí hacen resonar las trompetas del Evangelio. Como las murallas de Jericó, el muro de la incredulidad caerá.
Dejémonos encender por el fuego del Espíritu Santo y que se note en nosotros el primado de la espiritualidad. Que el “celo misionero” se apodere de nuestro ser para actuar como misioneros “oportuna e inoportunamente”. Re-organicémonos desde la “nueva Evangelización”. Así el incrédulo Zacarías sentirá la presencia de una Gracia irresistible; su corazón cambiará y hablará de nuevo con Dios: “Bendito sea el Señor Dios… porque ha visitado a su pueblo”.