HAY INNOVACIÓN EN LA VIDA CONSAGRADA

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Cuando la vida consagrada se renueva

(Martín Gelabert Ballester. Dominico. Vicario Episcopal de Vida Consagrada. Valencia). Si innovar es modificar realidades ya existentes, entonces la respuesta más exacta que se me ocurre a la pregunta: ¿dónde ve usted signos de innovación en la vida consagrada?, sería decir que lo más nuevo, lo que ha resultado una modificación en las formas de vida consagrada, son los últimos documentos de la Santa Sede a propósito de la vida monástica femenina y del “Orden de las Vírgenes consagradas”.

Ahora bien, sospecho que lo que hay detrás de esta pregunta sobre los signos de innovación es si veo en la vida consagrada “brotes verdes”, o sea, aspectos que quieren nacer y renovar una supuesta vida consagrada envejecida o cansada. Para empezar, no es lo mismo envejecido que cansado. Hay realidades que mejoran con el tiempo. Es posible que una vida consagrada con gente mayor, no sea menos lúcida y menos entregada, menos orante y menos apostólica que hace unos años, sino todo lo contrario. Lo del cansancio puede ser signo de una entrega que sigue estando ahí, a pesar de los inevitables esfuerzos que, en muchas ocasiones, comporta una auténtica vida evangélica. Lo bueno nunca ha sido fácil, pero eso sí, hace feliz, cosa que puede comprobarse en muchas personas consagradas mayores.

Por lo demás, los signos de innovación no pueden medirse con números. Una cantidad resulta significativa según con que otra cantidad se la compara. Cierto, en España el número de monjas ha decrecido en los últimos años. Aún así, seguimos teniendo casi un tercio del total de monjas que hay en el mundo. Quizás lo que habría que analizar es, no porque hoy “entran” tan pocas, sino porque hace cincuenta años entraron tantas. El ambiente social, cultural y eclesial influye en la entrada de vocaciones. Habría mucho que decir sobre esos ambientes. En tiempos de cristiandad los conventos estaban llenos, no necesariamente llenos de buenos religiosos. Ya no estamos en tiempos de cristiandad. Quizás hoy, el ser menos favorece paradójicamente el ser mejores, más responsables, más fraternos, más trabajadores, más conscientes de lo que implica una verdadera vida consagrada.

Una última consideración a propósito de los signos de innovación. La vida consagrada es tan antigua como la Iglesia. Siempre se ha renovado, siempre han surgido nuevas formas y congregaciones; otras han desaparecido. Hoy ocurre lo mismo: unas nacen y otras mueren. Eso es un signo de que la vida se renueva. La vida consagrada es probablemente uno de los espacios eclesiales donde hay mayor creatividad, capacidad de adaptación, renovación y sensibilidad con los problemas y necesidades de este mundo tan complejo. Sigue habiendo jóvenes, muchachos y muchachas que oyen la llamada de Dios, atraídos por las antiguas y nuevas formas de vida consagrada. Mientras haya Iglesia habrá vida consagrada. La fuerza de la vida consagrada es un buen baremo, una buena medida de la fuerza de la Iglesia.