Hasta que el miedo se rinda a la alegría

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El relato de la tempestad calmada representa el poder de Jesús sobre las fuerzas del mal que amenazan la vida del hombre: Jesús cura a los enfermos, perdona pecados, expulsa demonios, “¡hasta el viento y el mar lo obedecen!”

Con palabras del libro de Job, la liturgia recuerda que, en Jesús, es el Creador del universo quien ha subido a la barca con la comunidad eclesial, es el Señor quien está en medio de nosotros en la asamblea eucarística, es Dios quien viene a nosotros en el misterio de la comunión, el mismo que “cerró el mar con una puerta, cuando escapaba impetuoso de su seno”, el mismo que al mar “le puso nubes por mantillas y nubes tormentosas por pañales”, el mismo que, al atardecer de aquel día en el lago, “increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio, enmudece!», y el viento cesó y el mar se calló.

Aunque la liturgia te enseña que “Jesús es el Señor”, tú no dejes de preguntar: «¿Pero quién es este?»; no sea que la certeza de lo que confiesas, porque se te ha revelado, anule el asombro ante el misterio que todavía se te oculta y que jamás podrás abarcar.

Hoy la liturgia te muestra a Jesús vencedor sobre las fuerzas del mal. Pero la fe te recuerda que esa victoria, prefigurada en la tempestad calmada, con Jesús dormido en la popa de una barca y despertado por unos discípulos asustados, se consumó en la Pascua de Cristo, con el Señor dormido en la cruz y despertado por el poder de Dios en la resurrección.

Aprendiendo a creer, los discípulos, en el atardecer de la tempestad calmada, “se llenaron de miedo”, y las mujeres, en la mañana del sepulcro abierto, “quedaron aterradas”. Para nosotros son hoy las preguntas que el Señor hizo entonces a los discípulos: «Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Y para nosotros son las palabras que el ángel de la resurrección dijo a las mujeres: «No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado».

Aunque ya sepas que “Jesús es el Señor”, no dejes de preguntar: «¿Pero quién es este?», hasta que el miedo se rinda a la alegría, porque el Señor vive, porque Cristo ha resucitado, porque al Señor le concierne nuestra vida, porque el Señor está con nosotros para siempre, porque hoy has comulgado con él, porque has resucitado con él.

Feliz domingo.

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