No por esperado deja de ser sorprendente. Francisco se nos ha ido al cielo. Una seguridad imborrable para él y para todos los que iremos tras él.
Vienen días, y ya están aquí, en los que su figura va a ser glosada, analizada y agradecida desde diferentes perspectivas. Aparecerán personas que están infinitamente agradecidas porque Francisco fue un Papa que no disimuló su intención y voluntad de abrir la Iglesia de modo que en ella quepan “todos, todos, todos”. Aparecerán otros y otras que harán bellos circunloquios y que, en seguida, hablarán de la dinámica viva de la Iglesia, donde aparecerá un nuevo Obispo de Roma. Seguirán apareciendo personas que analicen puntos fuertes del pontificado y otros puntos ambiguos que dejan tarea al pontificado siguiente. Estos analistas, sin acabar de “enseñar la patita”, por si después hay continuidad en el estilo, mostrarán cara de grave preocupación. Aunque no están preocupados, están ansiosos, deseando saber qué pasa.
En medio de analistas y oportunistas está el santo Pueblo fiel. El que hoy, a la par, llora y da gracias por su Papa anciano que ha muerto. El que rompió protocolos, se mostró al mundo en su situación difícil, viejo y congestionado, como todo anciano que enferma de gravedad.
Nuestro Papa de los gestos ya ve desde el cielo. El intuitivo, el de la primera impresión, el que tantas veces se saltó históricos procedimientos, el que quería, de verdad, a la vida consagrada y la ayudó a viajar al siglo XXI, el que habló de la igualdad de la mujer sin peros… el que se equivocó en algunas decisiones y nombramientos –no pasa nada por decirlo y amarlo en su humanidad–. El que sintió miedo, se agarró a la vida, el que pidió siempre para él oraciones… el que llegó del sur… se nos ha ido para quedarse para siempre como la puerta abierta, “la piedra corrida”, la Iglesia en diálogo que no tiene marcha atrás.
Mientras tanto, empieza un mecanismo minucioso y perfecto; antiguo pese a la renovación del mismo Francisco. Empieza el pre-cónclave. Un puñado de hombres, la mayor parte ancianos ha empezado a hacer la maleta. Algunos ya hace días, porque entre ellos los hay muy previsores… quizá demasiado. Esos son los que hace meses repasan alguna biografía italiana.
Sin embargo, en esta historia que ha inaugurado Francisco llegando al cielo, nada es lo que parece o lo que parece no es tanto… y de poco sirve calcular –cuál cuento de la lechera– porque el guion lo escribe el Espíritu.
Por cierto, ¡qué guion inteligente el de la película “Cónclave”!. Recuerdo hace meses cómo alguno ponía pose circunspecta (e impostada) de cierto escándalo. Veremos cómo la realidad supera la ficción.