Actualmente cuando intuimos la necesidad de reinventar las instituciones, Antonio Claret, un hombre del siglo XIX, resulta especialmente inspirador. Supo integrar el clamor de la realidad como el cauce de nuevas respuestas evangélicas. De manera decisiva, clara y limpia, no se sintió atado por sus presupuestos y cálculos. Aceptó vitalmente la existencia como discernimiento, búsqueda de la verdad y riesgo. Testigo de la libertad. Creó comunidad armonizando firmeza consigo mismo, y ternura con sus hermanos. Se apasionó con la misión, entendiéndola como respuesta a Dios y camino de innovación y futuro. Hijo de María, descubrió que en su corazón caben todos, sobre todo, aquellos y aquellas a los que habitualmente se les dice en la vida que no. Su legado es solo misericordia.
Feliz día! Porque en todos se ve y a todos llega el don de este testigo.