No parece que la parábola del rico necio tenga mucho que ver con el tiempo de Adviento, y, sin embargo, necesito recordarla antes de entrar en el misterio de este domingo:
“Las tierras de un hombre rico dieron una gran cosecha… Entonces se dijo: Amigo, tienes muchos bienes almacenados para muchos años: túmbate, come, bebe y date la buena vida”.
De este hombre se podría decir aquello de que “era tan pobre que sólo tenía riquezas”. Este hombre, aunque nadie en aquella noche le hubiese reclamado la vida, habría sido en todo caso un condenado al aburrimiento: túmbate, come, bebe, deja de preocuparte, disfruta la vida.
Necesitaba recordar esa parábola porque nos ofrece la contrafigura perfecta del Adviento, nos acerca al hombre del Adviento imposible, a un insensato atrapado en el espejismo de su granero lleno. Intenta, si puedes, dejarle el mensaje del Adviento: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca”. Serán para él palabras sin sentido. Él no espera a nadie; él no espera nada: ¡Tiene el granero lleno!
“Estad siempre alegres en el Señor”: Las palabras del mandato son palabras para pobres, para hombres y mujeres de granero escaso en bienes y con espacio para la esperanza; son palabra para expertos en zozobras, en incertidumbres, en debilidades, en humanidad; son palabras de gracia para ti, Iglesia amada de Dios, para ti que estás en expectación y te preguntas por la venida de tu Señor.
“Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca”. Está cerca el que te ama: “Él se goza y se complace en ti”. Está cerca el que tú amas: “¡Qué grande en medio de ti el Santo de Israel!” Está cerca tu salvador.
La palabra profética anuncia su venida, la eucaristía la prefigura y la realiza, tus pobres la anticipan para ti. Hoy, por la fe y la caridad, tú escuchas la palabra del que esperas, lo recibes en comunión, lo abrazas en tus pobres. Hoy, por la fe y la caridad, el Señor está tan cerca de ti que está para siempre contigo en la palabra inspirada que escuchas y acoges, en el pan consagrado que comulgas, en el pobre a quien abrazas y cuidas.
“Estad siempre alegres en el Señor. El Señor está cerca”. En esa tierra tuya de comunidad pobre, verdea ya la mies de la justicia y la fidelidad: ¡El Señor será tu cosecha! ¡Y tú serás cosecha de Dios!