Escucha lo que dice al profeta la palabra del Señor: “Te nombré profeta de los gentiles”.
Entra en el misterio de ese mensajero de Dios: “Antes de formarte en el vientre, te escogí, antes de que salieras del seno materno, te consagré”. Deja que tus ojos vayan de Dios al profeta, del que escoge, al escogido, del que consagra, al consagrado. Y admira lo que contemplas, pues todo en este misterio es gracia, todo ahí es amor, todo es compromiso de Dios con la vida del hombre: Lo es la elección, lo es la llamada, lo es la consagración, lo es la unción.
Entra también en el misterio del mensaje que el profeta ha de transmitir: “Mi boca contará tu auxilio, y todo el día tu salvación”. El profeta es elegido para narrar la justicia de Dios, es consagrado para anunciar su salvación.
Entonces, Iglesia de Cristo, tu corazón de esposa intuye que estás entrando en el misterio de tu Señor, pues el profeta prefigura y anuncia al que tú amas, al que es justicia de Dios para todos los hombres, al que es sacramento de salvación para todos los pueblos.
Ahora tus ojos van de Dios a su Hijo, del que lo ha escogido, al que es tu Justicia, del que lo ha consagrado, al que es tu Salvador, del que te habla, a la Palabra que escuchas, del que te ama, al Pan con que te alimenta.
El Padre Dios ha enviado a su Hijo y lo ha consagrado para ti.
Feliz escucha, feliz comunión, feliz domingo.