Ni a ti ni a mí nos ha pedido permiso, esta buena señora, para sentarse a nuestro lado. Vaya tela! Es como si quisiera formar parte del decorado permanente de esto que llamamos Vida Religiosa. ¡Y también de otras vidas! Si te digo la verdad, cuando me hablaron de ella, antes de conocerla, me asusté un poco. Pensé que sería una más de tantas que se acercan a nuestra vida y se atreven a jugar con lo prohibido, a seducir lo vetado y a ignorar lo que tú y yo hemos prometido. Luego, con el paso del tiempo me fui sintiendo cómodo a su lado. Y ahora he comprendido que su compañía también llena mi vida!.
Déjame que te hable de sus harapos. Son embaucadores:
-Cuando el cielo se nubla y el sol se vuelve caprichoso, sin dejarse ver y sin dar lo mejor de sí: el calor, se presenta siempre con un color de melancolía. Sugiere con ese vestido que nada volverá a ser igual. Y cuando se eterniza ese día, permanecer a su lado es como sentir que a nadie le importas y que ella solo es suficiente para sentir el tan necesario y añorado calor de los amigos. En esto tiene arte la tipa!
-Hay ocasiones que aparece radiante; vestida como de fiesta. Te sientes orgulloso de ir a su lado. Todos te miran. Todos te admiran. Vas con ella y sientes que no te falta nadie. Y hasta se escapa una cierta dosis de celo inoportuno, casi, como siempre, imperceptible, a los ojos de los sencillos. ¿Quién pudiera serlo del todo?, Dios mio!.
-Hay momentos en que se vuelve caprichosa, esta buena señora y ¿tal vez por moda?, quizás por realzar su silueta!., se hace presente vestida de negro. Es, entonces, cuando el tiempo parece que no pasa. Y, hasta Dios tiene uno la sensación que se ausenta del ambiente.
-Y el sol, como la claridad del día, antes o después, siempre vuelve. Eso es una gozada!.
Su figura, discutible. Su presencia, inquietante. Su existencia, innegociable.
Hasta mañana, señora soledad!
Gracias. Te vendes caro, pero merece la pena esperar. Buena reflexión sobre la soledad… tan presente y tan necesaria para saber valorar a los demás.
Un abrazo