Este tiempo complejo ha condicionado la reflexión de la vida consagrada sobre sus asambleas capitulares
Tengo que reconocer que el hecho de poder dedicar tiempo a la reflexión sobre lo vivido y tratar de entender este momento de la vida consagrada para formular qué capítulos pueden llevarnos efectivamente a escribir páginas nuevas para los carismas, me está ayudando a «re-mover» muchas «seguridades inseguras» de mi identidad.
Este tiempo complejo, «entre pandemias», que ha condicionado tantas programaciones, ha alterado, a mi modo de ver, la reflexión de la vida consagrada sobre sus asambleas capitulares. Así lo estoy comprobando con mi compañero José Cristo Rey García Paredes en el curso sobre capítulos generales que hemos impartido1.
Es más consistente la escucha de la realidad de las congregaciones cuando les pones rostro. Es más fuerte la profecía y capacidad de autopoiesis de nuestros institutos cuando participas vivencialmente de infinidad de gestos «heroicos» en los que se sustenta una liminalidad que hace de la consagración un estilo de vida excepcional, siempre nuevo y fuera de la normalidad. Como tantas veces hemos reiterado, hay más milagro que cálculo; más virtud que pecado; más posibilidad que resignación. Evidentemente todo depende de lo que uno quiera ver o lo que la situación de su corazón le permita disfrutar.
Familiarizarnos con el compromiso del encuentro posibilita que se debiliten las fracturas interpersonales
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