Gonzalo Fernández Sanz
Director de VR
¿Por qué resulta hoy tan difícil ser fieles a la palabra dada y perseverar hasta el final? ¿Tenemos una mayor conciencia de la vida como evolución constante y del discernimiento como un proceso nunca concluido? En este terreno abundan las preguntas, pero no hay que renunciar a explorar las respuestas. El sentido de la vida consagrada –como de otras formas de vida en la Iglesia– tiene mucho que ver con la manera de entender y vivir la fidelidad “para siempre”.
Hace poco celebramos la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Fue precisamente en la Jornada de 2013, hace ahora once años, cuando vi por última vez al papa Benedicto XVI en la basílica de San Pedro de Roma. Aquel 2 de febrero de 2013 faltaban solo once días para que anunciara en latín su renuncia al ejercicio del ministerio petrino. Lo vi cansado, casi exhausto, pero, a pesar de su debilidad física, portaba una vela encendida en su mano. Me pareció todo un símbolo para interpretar la situación de la vida consagrada en la actualidad.
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