Encuentro, escucha y discernimiento: Equipaje para un sínodo
Estamos en proceso sinodal o lo que es lo mismo, en proceso de reconocernos, de nuevo, como discípulos y discípulas en camino. Es una constante en la vida de la Iglesia, pero en momentos como los actuales, una imperiosa necesidad porque urge activar las claves de diálogo con este presente.
El papa Francisco, en la celebración de apertura del Sínodo esbozó tres cuestiones que en este tiempo y para todos deben convertirse en criterios-guía. Hemos de abrirnos con disponibilidad al encuentro, la escucha y el discernimiento. En sí, tres palabras de las que abusamos frecuentemente en nuestros grupos cristianos, comunidades parroquiales y comunidades de vida. Tres palabras que pueden significarlo todo porque nos impulsan a una ladera poco conocida de nuestra historia personal y comunitaria; o nada, si las domesticamos y autorreferencialmente decimos que ya lo vivimos.
Cuando se nos propone para este tiempo el encuentro, se nos está diciendo que como cristianos tenemos que aprender a salir de nosotros mismos. De lo contrario es imposible reconocer al otro. Se trata de un encuentro comprometido y generativo de esperanza. No es ir pasando por la vida, sino permitiendo que la vida se construya con los que por ella van pasando. Invita a nuestras comunidades a salir de lo conocido, a redescubrirse y acoger el milagro que Dios va propiciando en el otro u otra por el hecho de ser diferente a mi. La segunda palabra es la escucha. Dice el Papa que no solo hay que escuchar con los oídos, hemos de hacerlo con el corazón porque así es la manera de descubrir, en verdad, qué se nos está diciendo y qué se nos quiere decir. Es una escucha que integra a toda la persona, porque la ama… Me pregunto, ¿qué tono ofrecerían nuestras parroquias y comunidades a la sociedad si fuésemos personas que cuidásemos esta escucha evangélica? Quien escucha desde el corazón, está claro, no sigue viviendo igual. Da la sensación de que nos hemos oído tanto y tantas veces que ya por rutina hacemos como que nos escuchamos sin que nadie se mueva un centímetro de donde se encuentra.
La tercera palabra es el discernimiento. Esta palabra nos encanta. La usamos frecuentemente como argumento de autoridad. Pero discernir es escuchar la voz del Espíritu y, ésta solo se descubre cuando se le concede espacio, tiempo y lugar a la Palabra. Será ella quien impulse la búsqueda de aquello que, de momento solo el Espíritu de Dios ve; será la Palabra la que nos desplace hacia una novedad no trillada; será la Palabra que impulsa el discernimiento la que nos ayude a entender que no estamos vivos cuando hacemos ruido, nos prodigamos en las redes sociales o se habla de nosotros, sino cuando nuestras actitudes reflejen que hemos descubierto que el seguimiento de Jesús nos hace y nos quiere, solo prójimos y buenos samaritanos de una sociedad que sufre.
Definitivamente el camino sinodal para todos nosotros es encuentro, escucha y discernimiento. Y me reconocerán que hay tarea. Sobre todo si nos miramos a los ojos y nos empeñamos en ser sinceros.