Y yo, que de vez en cuando me da por pensar cosas raras, también me pregunto qué “graffiti” pondríamos en la puerta de nuestros lugares de trabajo, de nuestras comunidades… o de nuestras vidas. Seguro que habría de todo: mensajes que te ponen en guardia y no invitan a entrar (“disponible… pero ocupado”, “sin tiempo para tonterías”, “¿seguro que lo que me vas a decir es importante?”…) y graffitis que esponjan el corazón y te hacen sentirte en casa (“para ti no tengo prisa”, “aquí importa lo que no importa”, “siempre con tiempo para un café”…).
Porque, en el fondo, ¿no deberíamos ser especialistas en estar enamorados de la vida… por el Dios de la Vida?