Enamorados de la vida

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No sé qué comercio es el que tiene esta persiana en su puerta porque, a la hora en la que paso por delante, tengo la suerte de que está cerrado y sólo puedo disfrutar de su graffiti. Hay que estar muy enamorado de la vida para ponerlo en la puerta de tu negocio… y a mí me encanta. Quiero pensar que, ya que esa pintada sólo se ve cuando la tienda está cerrada, será porque cuando te atienden en ella no hace falta que nadie diga lo enamorado de la vida que está su dueño.

Y yo, que de vez en cuando me da por pensar cosas raras, también me pregunto qué “graffiti” pondríamos en la puerta de nuestros lugares de trabajo, de nuestras comunidades… o de nuestras vidas. Seguro que habría de todo: mensajes que te ponen en guardia y no invitan a entrar (“disponible… pero ocupado”, “sin tiempo para tonterías”, “¿seguro que lo que me vas a decir es importante?”…) y graffitis que esponjan el corazón y te hacen sentirte en casa (“para ti no tengo prisa”, “aquí importa lo que no importa”, “siempre con tiempo para un café”…).

Porque, en el fondo, ¿no deberíamos ser especialistas en estar enamorados de la vida… por el Dios de la Vida?