La declaración-invitación la hace Jesús a sus discípulos, y la entendemos hecha hoy a nosotros, los que nos llamamos cristianos: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor”.
Lo has oído bien, Iglesia cuerpo de Cristo: para esto se agita el universo, para esto nacieron los mundos, para esto nacimos, para ser amados con amor divino, con pasión de Dios, para ser amados como el Padre ama a su Hijo, como Dios ama a Dios, para ser amados y permanecer en el amor.
El que te ama, te pide que permanezcas en su amor, que habites en ese amor, que tengas en ese amor la dirección de tu casa.
Y si preguntas cómo podrá ser eso si tú no conoces el rostro de tu Señor, si jamás has visto a tu Dios, cómo se puede morar en el corazón de Dios, el ángel de esta anunciación, Jesús, te acercará a las puertas del misterio: “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor”.
Entonces le dirás: “Heme aquí”, estoy dispuesto, “hágase”.
Y él te dirá: “Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado”.
Envolver el mundo en el amor con que Dios nos ama: ése es el modo sencillo y humilde de permanecer en el amor que el Hijo de Dios nos tiene.
En realidad, ése es el modo sencillo y humilde que Dios ha escogido para venir a nosotros, para quedarse en nosotros, habitar en nosotros, poner en nosotros la dirección de su casa.
Habrás observado, hermana mía, hermano mío –hablo a contemplativos-, que en ese mundo nuevo, en el mundo de los discípulos del amor, en el mundo del pueblo de Dios, en el mundo-utopía que encontró su lugar en nuestra fe, no sirve el vino para embriagarse, no cabe el abuso para alegrarse, no ayuda la arrogancia para ser alguien.
Ebrios nos han de encontrar, como en día de Pentecostés, cuantos nos oigan hablar de las grandezas de Dios: ebrios de Espíritu Santo, ebrios de alegría, ebrios de humildes palabras, de divinas palabras.
Ése es el regalo que nos deja el ángel de esta anunciación: su alegría en nosotros, la plenitud de su alegría en nosotros, embriaguez de alegría para todo el pueblo de Dios…
Éste es el mundo de los que reciben al Hijo, de los que creen en su nombre, de los que han nacido de Dios…
Escucha, cree, comulga, recibe… ama y embriaga de alegría tu pequeño mundo: Es una utopía que el Espíritu de Dios ha puesto al alcance de tu mano.
Feliz domingo.