El Señor está cerca

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[Es también memoria de San Juan de la Cruz]
La invitación apostólica nos llega motivada con palabras de revelación: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca”.
La Iglesia presiente cercana la fiesta del nacimiento de Cristo, fiesta de gozo y salvación; el pueblo de Dios la espera con fe y pide la gracia de llegar a celebrarla con alegría desbordante.
“El Señor está cerca”, tan cerca como la fiesta de Navidad, parece decir la liturgia; más cerca que la Navidad, te sugiere el corazón.
“El Señor está cerca”, tan dentro de ti como su ausencia:
“¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido”.
El Señor está tan dentro de ti como tu deseo de encontrarte con él, tan dentro de ti como pueda estarlo tu tristeza y la esperanza de que su alegría te encuentre; tan tuyo como tu agitación y tu necesidad de oír pronunciadas sobre ella palabras de paz.
“El Señor está cerca”, tan cerca como la redención que ya has recibido, como el perdón que ya se te ha dado, como la gracia con que ya te han visitado. El Señor está cerca de ti como el bien con que has sido bendecido, como la santidad para la que has sido elegido.
“El Señor está cerca”, tan cerca de ti como lo está su palabra que escuchas, su cuerpo que comulgas, sus pobres a quienes acudes.
“El Señor está cerca”: presencia del amado en el corazón de la esposa, presencia del Amor en la memoria de la Iglesia.
En todo has puesto tú su nombre: en el desierto y el yermo, en el páramo y la estepa, en el Líbano y en el Carmelo. Y en todo ha dejado él la huella de su paso:
Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura,
e, yéndolos mirando,
con sola su figura,
vestidos los dejó de su hermosura”.
“Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca”.

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