EL NUEVO CARDENAL BOCOS

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Maria da Conceição Galvão Ribeiro, superiora general de las IRMÃS FRANCISCANAS HOSPITALEIRAS DA IMACULADA CONCEIÇÃO, una de las congregaciones más numerosas de Portugal, nos deja un testimonio muy significativo del nuevo cardenal Bocos, y es, su capacidad para la constancia, la cercanía y el cuidado de lo concreto en el proceso de renovación de una congregación.

Un hombre de Dios para los otros

Hace años, al final de un encuentro formativo realizado en el Instituto de Teología de la Vida Religiosa en Madrid, hablando con el Padre Cristo Rey, éste me comunicó la próxima venida del Padre Aquilino Bocos, ex Superior General de la Congregación, para la comunidad de Buen Suceso. Y añadió con entusiasmo: ¡Él podrá ayudarles mucho! Guarde esa indicación y, en la primera oportunidad –una acción de formación ofrecida por el Gobierno General a las Superioras de la Congregación– pedimos la colaboración del P. Aquilino. Esa colaboración perdura hasta hoy, con un provechoso servicio extraordinario para toda la Congregación. Podría señalar muchas cosas, destaco, sobre todo, la implementación del Proceso de Revitalización y Reorganización (PRR) que ya va en su tercera etapa, con una gran participación de las hermanas.

Cuando pienso en el P. Aquilino, me veo delante de un hombre de Dios. Es un consagrado, hijo del Corazón de María, que llegó a una síntesis existencial centrada en el don. La constante entrega de sí mismo es algo que brota de su ser con la naturalidad y sencillez del agua que fluye de la fuente.

Como hombre de fe, el padre Aquilino se atreve a soñar. Sueña y arriesga a vivir y proponer un proyecto de vida consagrada que abra espacio para la cercanía, el afecto, la ternura y el cuidado, para la coherencia de vida, la radicalidad del seguimiento de Cristo y una pasión misionera en la que se deje llevar en las alas del Espíritu, a donde Él quiera. No es difícil constatar todo esto: basta apreciar la relación que mantiene con sus hermanos claretianos.

¿Y qué decir de su alegría? Parece que no ha quedado en el pasado su alegría de niño: espontánea, auténtica, cristalina, traducida, a veces, en una risa sonora, otras, en una mueca de complicidad.

El Padre Aquilino es un hombre sencillo, con unidad interior. Esta sencillez que ofrece a sus interlocutores genera el deseo de acercamiento. Y entonces se hace fácil establecer con él relaciones profundas, marcadas por la autenticidad.

Dejo aquí algo de lo vivido en la cercanía con el P. Aquilino, sin embargo, la declaración más auténtica que se puede hacer de su persona es que Aquilino es un hombre de Dios para los otros.