El desgobierno hace que un grupo humano no sepa hacia dónde va, ni dónde se encuentra, ni qué ha de hacer. El desgobierno provoca dispersión, divisiones, enfrentamientos. Cuando hay desgobierno, gobiernan quienes no deberían gobernar, quienes no han sido elegidos para ese servicio. Los gobiernos “en la sombra” suelen estar movidos por intereses, no quieren servir.
El buen gobernante
El buen gobernante está muy cerca de la gente.
Conoce sus necesidades, sus sentimientos.
Atiende a la complejidad y a las legítimas diferencias que Dios ha puesto entre nosotros.
Un auténtico gobernante nunca es fanático, visceral, ni se entrega a una facción.
Tiene pasión por el todo, y no descansa hasta que todo se reajusta. No es partidista.
Nunca gobierna a unos a costa de otros.
¡Addicar – renunciar!
Cuando alguien no es capaz de gestionar la pluralidad debería abdicar, renunciar.
Es más importante el pueblo que ha de ser servido, que el servidor.
Quien no es capaz de servir, ha de renunciar; hay que pedirle la renuncia; porque no es buen pastor.
El que muchas comunidades humanas tengan que tolerar, aguantar durante años y años a pastores “incapaces” de cumplir su función es una de las injusticias mayores.
Por eso, es tan sano el ejercicio democrático que limita los mandatos de gobierno e impide que determinadas personas se perpetúen en el poder.
Cuando el pueblo de Dios se siente servido…
Para discernir o conocer qué gobierno es según Dios, es tal vez suficiente, constatar qué responde el pueblo o la comunidad a preguntas como éstas:
- ¿se siente usted servido adecuadamente por sus gobernantes?
- ¿Se siente usted servido por su obispo, su párroco, su presbítero?
- ¿Qué atenciones personales recibe usted de su Iglesia? ¿o se siente únicamente como uno más en medio de un grupo de rostros anónimos?
- ¿Percibe usted que en las celebraciones sacramentales que es usted quien es servido y no quien sirve a una determinada persona?
Modelo en el arte del “buen gobierno”
Necesitamos todos de buenos pastores que nos permitan sentirnos acompañados, protegidos, exhortados. La Iglesia debería ser modelo en el arte del gobierno. Su ejemplaridad transformaría al mundo.
Tenemos en nosotros una tradición única:
- la del buen pastor que dio su vida por las ovejas;
- la de aquel que dignificó a sus ovejas y las cargó sobre sus hombros,
- la de aquel que gobernó de tal forma la pluralidad que creó paz entre pueblos divididos.
Quiera nuestro Dios que las nuevas generaciones de “pastores” aprendan el arte del buen gobierno.
Que cese toda forma de despotismo, de indiferencia ante los problemas que hay que resolver, de autobúsqueda.
Quienes hemos recibido la misión pastoral hemos recibido una misión imposible.
En un momento u otro flaqueamos, nos olvidamos de la comunidad, nos encerramos en “lo nuestro”.
Por mucha selección que hagamos, los que parecen malos tal vez serán buenos y al revés.
Es un misterio que Jesús haya confiado este ministerio a seres humanos tan débiles….
De todas formas, la iglesia tiene que estar hacer un gran esfuerzo por:
sanear la red inmensa de sus pastores.
Quienes tenemos alguna tarea pastoral en la Iglesia deberíamos entonar, en primer lugar, el “mea culpa” y pedir perdón a tantos hermanos y hermanas a quienes hemos dejado de servir o incluso mal-tratado.
La exhortación “os daré pastores según el corazón de Dios” (Pastores dabo vobis) de san Juan Pablo II presenta un buen programa de transformación que debemos reavivar entre nosotros.
Súplica a Jesús, buen Pastor
Jesús, buen pastor, en nuestra humanidad hay pocos gobernantes que gocen de nuestro aprecio, respeto y credibilidad. Demasiados intereses hacen que los partidos no siempre elijan según sus ideales más altos. Hemos de resignarnos a la mediocridad, a la apariencia, a la vanidad de algunos. Pero, Tú, que todo lo puedes, envíanos de vez en cuando a quienes sean capaces de favorecer la reconciliación, la justicia, la paz entre nosotros. Sufrimos demasiado por tantas circunstancias de la vida, como para tener también que sufrir por un mal gobierno.
Jesús, buen pastor, envía a tu Iglesia pastores según tu corazón, hombres apasionados “por el todo” y no partidistas, puntos de encuentro y no de desencuentro, humildes servidores, y no sermoneadores de palabras que poco transmiten y casi nada resuelven. Envíanos pastores que ofrezcan soluciones, y no solo malos diagnósticos. Cúranos, aliméntanos, sácanos de nuestra tristeza colectiva. Tú sabes cómo hacerlo. Tú lo estás haciendo. ¡De Babel al Cenáculo! ¡Del Cenáculo a todas las etnias del mundo… a todas las gentes! ¡Hasta la reunión de todos los hijos de Dios dispersos!