El difícil equilibrio

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Afirmaban los clásicos que en el término medio está la virtud. Volver atrás la mirada para comprender un presente incierto, es muy necesario. Las noticias nos envuelven en una vorágine difícil de interpretar. Cifras y más cifras, sin sentimientos, nos pueden alejar de una realidad absurda y difícil: en los tiempos que corren y en este nuestro país, se pasa hambre.

Los medios de comunicación, al lado de los grandes datos macroeconómicos transmiten que, por primera vez después de lustros, se cometen hurtos de alimentos de primera necesidad. En esta situación, la Iglesia y en ella cada forma de vida: sacerdotes, laicos y religiosos, nos sentimos evaluados, en el interior, con una pregunta radical… ¿Qué estoy haciendo por esta realidad? ¿En qué ha cambiado mi estilo de vida? No podemos contentarnos con almacenar datos, tener conocimiento del alcance de la crisis o saber dónde están los focos de la debilidad.

Es terriblemente injusto el clamor de algunos demagogos cuando afirman que la Iglesia es un bien innecesario que permanece mudo en esta situación. No es verdad. La comunidad cristiana está hablando. Lo hace como tiene que hacerlo en los lugares donde no hay pasarelas, ni flases… donde no hay notoriedad. El bien que hace la Iglesia no es, ni debe ser noticia, porque el bien es su razón de ser. Con todo, es necesario en esta situación ambigua y de vértigo, traer a la luz los comedores sociales donde cada día se da la multiplicación de los panes; las casas de acogida de niños en las que el milagro llega a sus familias; la mano de Cáritas que suaviza el golpe brutal del paro; los ancianos abandonados que siguen gozando de la vida gracias a la palabra y la mano amiga de tantas religiosas… Hay que recordar que buena parte de la Iglesia hace mucho tiempo que está sofocando la pobreza antes de que llegase el grito de la crisis…cacareado por quienes no están dispuestos a cambiar de vida.

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