Muchas veces hemos oído la parábola del sembrador, otras tantas hemos oído la explicación que de ella dio Jesús a sus discípulos, y otras tantas habrás oído las amonestaciones que, con afán de mejorar tus comportamientos, deducía de todo ello el presbítero que comentaba el evangelio.
Quiere ello decir que no has venido a la celebración de hoy para oír repetido lo que ya sabes desde hace mucho tiempo.
Entonces, ¿a qué has venido?
No vine para saber, me dices, sino para creer y recibir, pues espero vivir cuanto el Señor se ha dignado anunciar.
He venido a escuchar su palabra, para que empape esta tierra mía, la fecunde y la haga germinar para que dé semilla y pan.
He venido a recibir la semilla buena que es Cristo Jesús, pues si Dios ha salido a sembrar, no ha de faltar a la cita la fe que recoja en su campo la semilla, para que dé fruto conforme al deseo del sembrador.
He venido para decirle a Dios mi canto por haber trabajado mi corazón hasta hacer de él una tierra de pan llevar: “Tú cuidas de la tierra y la enriqueces sin medida… preparas los trigales… coronas el año con tus bienes”.
He venido porque todo es gracia, y porque de todo quiero dar gracias al Señor.
Feliz domingo.