Hace algunas semanas fui con una amiga a ver una película llamada: Cafarnaúm, escrita y dirigida por Nadine Labaki y protagonizada por el pequeño Zain Al Rafeea. Un niño libanés vive en un suburbio de Beirut, en el seno de una familia indigente. Huye de una situación penosa, ya que sus padres no son capaces de darle la protección y el cuidado que necesita. El crío se rebela ante todo ello y a sus doce años se exilia a la calle, siendo acogido por una mujer sin papeles. Finalmente denunciará a sus progenitores para que lo vivido no se vuelva a repetir. Desamparo infantil, negligencia y abuso terribles. Gracias a su impresionante interpretación, nuestro protagonista, refugiado sirio en realidad, con su mirada penetrante, honesta y sincera, incorpora a los espectadores a su viaje conmovedor y tremendo. Al acabar la proyección, la gente se levantaba de sus asientos. Nosotras no podíamos… seguíamos junto a Zain. Nos pesaba el dolor del mundo. En la calle la temperatura era buena, la gente charlaba y reía, otros miraban el móvil sin parar, enviaban y recibían mensajes… como si nada hubiera pasado. Pero mi amiga y yo permanecíamos en Beirut, calladas. Sabíamos, como sabía Juan en su tiempo, que aquello no era una película. Gracias, Nadine y Zain por recordárnoslo…